o me despedí de un sabio, ni de un amigo. No era alguien en quien creer, ni en quien confiar. Absolutamente lejano, tristemente indiferente, me alentaba a alejarme pero a la vez, algo lo hacía tan familiar en mi vida que el día que ocurrió me quedé mirando la portada conmemorativa de Time y todo se detuvo. Siempre he sonreído después de ese día. Ese cabrón engreído consiguió cambiar el mundo y muchos lo admiran por lo que consiguió. A mí me parece más interesante su desván. Esa trastienda envejecida de asombros sin nombre.

 

Nunca supe qué sentir cuando Steve Jobs murió. Era cercano por la familiaridad de muchos años escuchándolo, atendiéndolo, sonriendo y maldiciendo a la vez. Sonrío otra vez al escribir esto, no puedo evitarlo. No era nadie particularmente esencial en mi vida, pero si una de esas almas que aunque te toquen tangencialmente hacen que cambies algo, te arrastra sin remedio a preguntarte cosas. A algunos no le parecerán importantes, pero siempre he subestimado a quien resta valor a la pasión por algo. Debemos conseguir estímulos que nos ayuden a no normalizar nuestras vidas y a veces, eso lo consigue alguien a quien no conocemos desde la otra parte del mundo.

 

Los misterios siempre han sido parte de la filosofía de la empresa, pero no se trata de altanería. Imagino un día cualquiera de Mayo, como hoy, a altas horas de la madrugada de hace cinco o diez años. Me imagino mirando en algún lugar perdido de Cupertino prototipos o conceptos que el mundo llevaba persiguiendo conocer. Lo veo apartando algunos a un lado de la mesa, y rompiendo otros contra el suelo. Veo su mirada clavada en los ojos de quien tiene enfrente, y veo su sonrisa cuando dice “Sí”. Jamás lo he considerado un hombre de tonalidades, era blanco o negro, bueno o malo, o eres un fracaso o una persona brillante.

 

Y él decidió eso muchas veces. Tomó decisiones que son las más difíciles de tomar. Las que hacen que una empresa salga adelante, que no son las que adelantan el futuro. Las decisiones difíciles son las que te obligan a echar peso por la borda para poder mantenerte a flote. Es saber mantenerse en contexto, someterte a la tiranía del mercado y pensar dónde estará la pelota en el próximo movimiento. No en dos siguientes. No en el actual. No necesitamos visionarios en una compañía como Apple, sólo necesitamos gente valiente. El tipo de gente que lo apuesta todo a una carta. Y gana.

 

Cuando Jobs volvió a la decrépita Apple a mediados de los noventa, tenía bien claro que había que soltar lastre. Una impresora láser, de las primeras impresoras láser del mercado que no era producto para su compañía (el carácter innovador de ese producto tiende a ser cero). Pero abandonó dos puntas de lanza del mundo que vivimos ahora: las cámaras de fotografía digitales y el Newton, una PDA que quería ser mucho más. Y lo fue, por eso precisamente había que destruirla.

 

Eran productos destinados a un mundo que aún no existía. Eran dispositivos basados en una tecnología que no estaba madura, fabricados por gente que les dotaba de un carácter simplista, continuista. No rompían el mercado, sólo apostaban por lo evidente. Me recuerda mucho al mercado de las Smart TV o los relojes inteligentes del presente. Las empresas saben lo que hay que construir, pero no ven más allá de lo que vemos todos. No ven más allá de lo que veían quienes fabricaban móviles en 2006. ¿Está preparado el mundo ahora como lo estaba en Enero de 2007 para una nueva revolución?

 

Si hubiera podido elegir un momento en la historia de la compañía para acompañar al equipo de Cupertino, hubiera sido vivir el proyecto Marklar. En Abril de 2002, el portal digital eWeek desvelaba que la compañía tenía planes secretos para desarrollar su joya de la corona “recién” lanzada, Mac OS X bajo arquitectura x86. Este movimiento, esta idea, sin duda desvela el carácter del Jobs: aún cuando enarbolaban la bandera RISC, no querían hipotecar el futuro de Apple e invirtieron recursos y esfuerzos en desarrollar, durante algunos años en completo secreto, esta versión alternativa, incluso de sí mismos.

 

¿Cuántos proyectos Marklar tuvo el líder de Apple ocultos mientras el mundo se maravillaba con los dispositivos que sobrevivían a la furia de perfeccionismo del genio? ¿Cuantos proyectos habrán ahora mismo que asombrarían, y cuales lamentaríamos haber conocido? Lo importante de todo esto es que no hay que olvidar los cientos de “No” hasta lograr un “Sí”, al final son sus palabras. Cada uno de esos descartes tiene una historia magnífica detrás. Tiene noches de insomnio, tiene nervios y posiblemente han tenido los ojos de un genio clavados en su responsable.

 

Cuando decimos adiós, no deberíamos recordar lo que no volvemos a tener. Al contrario, hay ocasiones en que alguien es una auténtica fuerza de la naturaleza capaz de crear un movimiento de inercia tan fuerte, que es capaz de cambiarlo todo. Un día de Mayo como hoy. Mañana. Quizás el mes que viene. Con algún producto que no se quedó en la trastienda de proyectos y que precede a un mundo que jamás se paraliza, sólo espera el momento perfecto después de escapar del desván.

 

Ahora, ya es el momento de conocer un nuevo misterio.

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