por bruno nievas
morcillas y libros digitales
l

o más gracioso de esas discusiones es que no solían, como las de ahora, conducir a nada: salvo un

puñado de «conversiones» excepcionales, por norma cada uno suele quedarse con aquello que conoce o le resulta cómodo de manejar, sea un Mac en 2014 o un Spectrum en 1984. Pues eso mismo es lo que sucede y va a seguir aconteciendo con esa «discusión», que entrecomillo porque no me atrevo ni a denominarla así, entre el libro digital y el físico: que no tiene ningún sentido.

 

Sí, admito que existe un debate en el que, de forma incomprensible, se ha asociado el libro digital por ejemplo a la mala calidad de los textos o a fenómenos como el «pirateo». Pero esto es igual que afirmar que consumir morcillas produce cáncer de piel. Es decir, se produce lo que en estadística se denomina como «factor de confusión». Y es que si bien cualquiera puede publicar un texto de baja calidad y autoeditarse con solo unos pocos clics, lo que genera que exista mucha morralla digital, también podemos afirmar que hay una cantidad de basura literaria en papel abrumadora. Vamos, que un

buen libro de Juan Gómez-Jurado no va a empeorar ni tampoco va a ser mejor por ser publicado en uno u otro formato. Si es bueno (y los de Juan lo son), lo va a ser sin importar donde se lea. Y un libro mal escrito, estará mal escrito en digital, en papel o en las paredes de un museo. Los libros son buenos o malos de forma independiente al formato en que se publiquen. Yo adoro las novelas de Lorenzo Silva o de César Pérez Gellida, por ejemplo, y las leo y las disfruto de igual forma en digital que en papel.

 

En cuanto a la piratería, un libro digital se puede descargar y copiar con facilidad, es cierto, pero el de papel también se puede prestar, fotocopiar o escanear, prácticas igual de ilegales que las descargas. Así que si el cáncer de piel se da más en países soleados como España, donde también se consume más morcilla que en otros, no podemos deducir que en España hay más cáncer de piel porque se consume más morcilla. Sería un error de bulto, ¿verdad? Pues eso es lo que estamos haciendo con el formato digital, achacarle unas atribuciones que no posee y que no se derivan del formato, sino del uso que hacen los usuarios de ese formato.

La piratería no es un problema de facilidad de copia sino de concienciación, y en muchos países no estamos concienciados de que hay que pagar por los contenidos por los que se disfruta, sean cine, música, libros o cualquier otro. Igual que uno no roba las manzanas expuestas a la puerta de un colmado por el hecho de que son fáciles de coger, no se deberían copiar archivos por el mero hecho de que sea fácil hacerlo. Suena raro, sí, pero es así de rotundo, está igual de feo robar una manzana a un tendero que un libro digital a un editor.

 

Es cierto, algunas editoriales aún no han adecuado el precio de los libros en digital a la realidad del mercado pero eso no es un fallo del formato... es un fallo de algunas editoriales que no aciertan a adaptarse, y de aquellos usuarios que no quieren pagar por lo que leen, es decir, que tampoco se adaptan. Pero en ningún caso podemos achacar que la piratería sea culpa del formato digital o de Internet, sino de la persona que está detrás de cada descarga.

 

El papel morirá, sí, le doy la razón a quienes defienden lo

digital. Pero no podemos

olvidar que los lectores electrónicos y el formato epub también morirán en favor de otros nuevos formatos. ¿O es que nadie se acuerda de los audiolibros? Pero lo que nunca cambiará, independientemente de que se publique en papel o en holograma, será el contenido, las historias, esas que se albergan dentro de esos libros y que nos hacen trasladarnos a otros mundos cuando comenzamos a leerlas.

 

El formato digital, que ya no es futuro sino presente, ha irrumpido para quedarse. Pero el libro en formato físico, con su empaque, su tradición de siglos y su componente de coleccionismo —que en muchos casos puede rozar el fetichismo—, va a ser difícil de arrinconar hasta la muerte. Es decir, que durante mucho tiempo, más del que pensamos, ambos formatos van a convivir porque lo que nunca morirá son las historias, que existen antes de que existieran los libros, el papel o las tablillas donde grabarlas. A los lectores no nos gustan los ebooks ni los libros, a los lectores nos gustan las historias. Y sin ellas, cualquier soporte carecería de sentido.

Supongo que hace cinco siglos ya discutieron sobre si ese invento de la imprenta tenía futuro. Pero hace cinco siglos, al igual que hace miles de años, los hombres ya adoraban las historias. Igual que se siguen adorando ahora y se adorarán dentro de varios miles de años más, cuando desde el futuro vean nuestros lectores y nuestros archivos digitales como algo arcaico y tosco, más cerca del medievo que de ese futuro. Pero lo que siempre se apreciará será una historia que nos haga sufrir, sentir y agarrarnos al borde de la silla. Y solo de nosotros, los escritores, dependerá que sigan existiendo. Y solo de nosotros, los lectores, dependerá que los escritores sigan existiendo.

 

Así que... ¿por qué discutir, cuando podríamos estar leyendo una buena historia? ;)