u

ra otra época. En aquel momento, cualquier cosa con el logo de Apple era resaltado de la mayoría y nos sorprendíamos al encontrarlo. Muchos ejercíamos de particulares cazatesoros buscando el logotipo en coches, motos o en la libreta del compañero de al lado. Yo conocí al que hoy es un gran amigo por las capturas de pantalla de una presentación en la universidad - "Utilizas un Mac, ¿verdad?" - e inmediatamente, un torbellino de conversaciones que, en aquel momento, no podías tener con muchas personas más.

 

La cosa fue cambiando: de aquel panorama donde apenas encontrabas un MacBook en la biblioteca, a la foto actual de manzanas iluminadas por doquier. Yo sigo sonriendo - a veces con la mirada - cuando encuentro a alguien usando uno en alguna cafetería o en el aeropuerto, y siempre me pregunto si aquella persona conocerá la historia de la compañía y de lo difícil que era encontrar antes a alguien con su mismo ordenador.

 

En mi opinión todo se acentuó con la llegada de los Mac con procesadores Intel. Lo que aquel Junio se nos vino encima no lo esperábamos: un acuerdo maldito en otros tiempos y un futuro de incertidumbre. A pocos nos gustó la idea, pero sirvió desde luego para que el mundo de la tecnología girase la cabeza para mirar a la compañía, algo estaba cambiando en Apple y aquello podía ser una buena señal. El famosísimo efecto "halo" de los iPod - todo un icono que popularizaba a la compañía - conseguía catalizar todas las opiniones sobre los productos que venían de Cupertino. Todo aquello, esa combinación de causa y efecto, sin embargo, no era nada sin él.

 

Steve Jobs se sentaba delante de aquel PowerMac con familiaridad. La cercanía que era capaz de transmitir creaba cierto sentimiento de conexión hacia lo que mostraba, y aquella presentación era difícil. Acababa de decir que nos movíamos a Intel y la gente lo tomó como una decisión desesperada. Pero Jobs sólo sonreía.

 

En un momento que nadie se esperaba, señaló la proyección que tenía detrás: "En realidad" - vocalizó casi irónicamente - "toda la presentación ha estado funcionando con ésto". Y en pantalla, una gigantesca ventana de Mac OS X cuyo procesador gritaba "Intel Pentium 4 3.6Ghz". La escena acabó en aplausos, pero jamás pensé que fuera por la demostración de la tecnología, sino por la sensación de saber que Jobs lo tenía controlado. Generó confianza en uno de los momentos más complicados de la compañía. Sin dejar de sonreír.

 

Con la desaparición del genio, la biografía y películas no se hicieron esperar. "Piratas de Silicon Valley" fue para mí un encontronazo de una buena historia y Noah Wyle siempre me ha parecido un Jobs muy logrado. Tanto, que incluso fue invitado como sorpresa a una de las presentaciones de la compañía compartiendo escenario con el original. Lo importante de la película era la historia, la forma de presentar al personaje, sin conseguir extraerlo para destacarlo.

 

El problema con la primera película de su biografía, interpretada por Aston Kutcher, era que situaban la figura del personaje por encima de la historia. Y para que todo tenga una cohesión, hay que conocer mucho más del escenario que envolvió aquella época, y posteriores, y entender las motivaciones que impulsaron la creación de la compañía. Jobs tampoco era un genio pretérito con ideas brillantes en cada segundo de su vida: más bien era un ser humano con destellos de genialidad. Su vida no era perfecta en aquellos momentos, pero eso no le impedía buscar la perfección en cada detalle de su día a día y su trabajo.

 

Con el guión de la próxima película de Aaron Sorkin tengo más esperanzas: el aclamado guionista aportó "musicalidad" a las palabras de Steve Jobs nada más y nada menos que para el popular discurso en Standford de 2005. "Las palabras salieron de la mente de Jobs, eso sí" sentenció hace unos días Sorkin. Eso me gustó: vi a la persona capaz de fijarse el objetivo de transmitir la historia de Jobs no a través del foco de luz en el personaje, sino en el contexto de su historia.

 

Todos los maqueros somos aquel primer Mac que vemos, la primera manzana que contamos y la primera conversación sobre Apple que tenemos en nuestra vida. Todos los que estáis leyéndome estáis aquí porque en algún momento algo conectó con vuestros gustos e intereses y aquello tenía forma de manzana mordida. Todos entendemos los productos, los disfrutamos y somos conscientes de la importancia de la figura de Jobs dentro de todo ello: en su medida exacta, la cantidad precisa. Ni un fotograma más de la cuenta.

 

Y ese equilibrio, esa sonrisa ante los momentos difíciles y esa vida imperfecta, es lo que deberíamos ver y disfrutar en la gran pantalla. De la misma forma que lo hemos vivido en las nuestras.

scroll