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ivir un momento extraordinario tiene como definición un parámetro insólito: nunca somos conscientes de algo que se sale de lo común hasta que no lo vemos en perspectiva. Cuando regresamos a algún punto del pasado, habitualmente también recorremos la distancia que hay entre el “ahora” y el “entonces”… Y en ese momento, nos damos cuenta de todo el camino recorrido.

 

Siempre he pensado que jamás somos conscientes de la suerte que hemos tenido al ser contemporáneos a la historia de Apple. Para bien, o para mal – aunque tiendo a pensar en positivo siempre, la verdad – la compañía que nació en Cupertino ha cambiado el mundo, y es muy impresionante cuando volvemos la vista atrás y vemos que lo ha hecho con cada dispositivo clave que ha puesto en el mercado.

 

Pero Apple ya no es la Apple de los dispositivos de hace unas décadas. De hecho, creo que el mundo de la tecnología ya no será jamás un mundo marcado por dispositivos, sino por interacciones: conexiones lógicas, semánticas y afines sobre procesos y datos que actúan unos sobre otros. Los dispositivos no son nada más que piezas de hardware, recolectoras de información o catalizadoras de la misma. La era post-PC no significa que los ordenadores ya no tengan importancia, sino que sus tareas ahora las hacen mejor otras máquinas.

 

Pero somos un enjambre de datos que hay que materializar. El iPhone, con su combinación de las tres facetas más innovadoras de la tecnología de mediados de la primera década del 2000, sólo era un nuevo método de mostrar información, de interactuar con ella. Se convirtió en una interfaz a nuevo mundo y el dispositivo desapareció cuando en nuestras manos – y nuestros bolsillos – sólo veíamos información.

 

Cambiar la historia de la tecnología siempre tiene sus bajas. En el camino, muchas de las grandes ideas que dieron fruto a grandes productos están quedando atrás: los iPod de rueda táctil han sido uno de los más sonados últimamente. Todo la forma que vimos bella una vez para acceder a nuestra música está obsoleta ante los nuevos dispositivos que directamente casi nos permiten “tocar” la música. No sólo es una estratagema publicitaria.

 

La interfaz basada en metáforas de la vida real será la próxima en caer. Ya ocurrió con el primer aviso: iOS 7 se alejaba de los materiales físicos para dar forma y textura a sus pantallas. Ya no tiene sentido retratar objetos físicos dentro de un mundo basado en el contenido cuando estamos desmaterializando los objetos reales y materializando los datos. De aquí tienen mucho que aprender los nuevos sistemas operativos – los siguientes, no los que tenemos ahora – que nos deben alejar, para empezar, de palabras como “Escritorio”, “Carpeta” o “Archivo” y plantearnos la información como una nube tangible y ordenada de datos a la que podemos acceder desde cualquier parte. Ese viaje se ha iniciado ya, y es una transición que debe ser prolongada en el tiempo porque jamás, en la historia de la informática, se ha conocido algo distinto a ello.

 

Estamos imaginando el futuro, debemos planteárnoslo no solo como una evolución de lo que conocemos sino como una aspiración de lo desconocido: hay que darle forma a cada germen de idea que tengamos y Apple tiene mucho potencial para hacer cosas así. Incluso aunque ya se haya hecho antes: ellos nunca son los primeros, pero son los que acaban definiendo las categorías.

 

En 2015 alguien andará por la calle de cualquier ciudad del mundo. Y en algún momento de ese trayecto, se encontrará a otra persona. El devenir de los acontecimientos no lo conoceremos exactamente pero, en algún punto de la conversación se hablará de lo que nuestro protagonista lleva en la muñeca.

 

“Es un Apple Watch” – y lo que nazca de esa conversación nacerá de igual forma millones de veces en millones de lugares alejados por distancias e ideas del mundo. Cambiará procedimientos habituales y creará un nuevo estado de productos, de aplicaciones y sin duda comenzará algo que no es inédito, pero sí insólito: una nueva explosión en el entramado de la tecnología.

 

Lo que pase después, os será familiar. Sólo tenéis que recordar volver a ese punto dentro de algunos años, desde vuestro futuro, y disfrutar del camino recorrido. De nuevo.

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