Los videoclubs online españoles no funcionan porque tienen, en términos generales, un catálogo restringido y una oferta de precios que no otorga suficiente flexibilidad a los usuarios. El problema no radica en los propios videoclubs, que sin duda preferirían que ese factor no jugase en su contra: la responsabilidad de ello recae sobre la industria cinematográfica, que pone enormes dificultades a la hora de obtener un catálogo amplio (el catálogo puede "parecer" amplio, pero la base de comparación que el usuario tiene ante sus ojos es la "estantería ilimitada" del P2P) y, sobre todo, en el momento de negociar los derechos de exhibición. A partir del momento en que necesitas supuestamente estar suscrito a todos los videoclubs para obtener una oferta de películas razonable, es evidente que el tema no va a funcionar.
La única manera de que los videoclubs online puedan funcionar es proporcionando una amplísima variedad de títulos y una variedad flexible de fórmulas que incluyan el visionado gratuito con cortes publicitarios, el streaming, la descarga a precios competitivos y la tarifa plana. Con una oferta de este tipo, la idea es disuadir la descarga partiendo de factores como la usabilidad y la accesibilidad de un catálogo muy amplio, ademas, por supuesto, de un precio competitivo.
Definamos videoclub. El servicio en el que el usuario decide el contenido audiovisual que quiere ver (y cuando lo quiere ver). Todo el contenido a la carta se ve “online” y España, según los informes publicados recientemente, es uno de los países con mayor consumo audiovisual. En mi opinión, las razones para este alto nivel de consumo “online” son:
- La baja penetración de la televisión de pago (la única que puede ofrecer un abanico amplio de contenidos).
- La penetración de la banda ancha es muy alta, tanto en casa como en smartphones.
- La piratería está muy extendida y ofrece funcionalidades que no ofrecen los sistemas legales como poder ver todos los capítulos de una serie.
- La TV en abierto ofrece un abanico muy limitado de opciones que no resultan interesantes a muchos segmentos de población.
Lo que claramente no funciona en España es el videoclub de pago. Tenemos bastantes opciones, pero ninguna de ellas termina de despegar porque tienen muy pocos abonados. Para que exista una industria audiovisual sólida es necesario que las personas y empresas que la componen puedan cobrar por el trabajo que realizan, y que las personas que lo disfrutan valoren ese trabajo pagando por él.
Quizás en la pócima mágica para conseguirlo debería incluir un poco de “ampliar la oferta legal”, otro poco de “limitar la piratería” y un mucho de “encontrar el precio razonable” que haga fácil pagar en un país donde el salario medio es el 50% del de otros de su entorno.