La tecnología, esa fuente de satisfacción, comodidad y de largas y caras listas de deseos por nuestra parte, y que avanza tan rápido que a veces incluso va más deprisa que nuestra endiablada capacidad de encapricharnos de las novedades que van surgiendo. Una velocidad que, según cuál sea nuestro caso, puede exigirnos estar al día y no perder ninguno de esos trenes en forma de nuevas tecnologías y nuevas palabras si queremos ir al ritmo de los más geeks y no quedarnos atrás viendo a éstos alejarse cada vez más mientras nos dicen “adiós” con sus manos y cierto atisbo de superioridad en su sonrisilla.

Aún siendo cada vez más difícil incluso imaginar qué más pueden inventar o mejorar en cualquiera de los campos existentes, los fabricantes se las apañan para crear más términos que entender, memorizar y, admitámoslo, desear. De hecho, es la casi instantánea aparición de la moda la que hace que estas cosas nos sucedan más bien en el orden contrario. Sabemos que queremos “eso” porque es nuevo y todo el mundo lo quiere o tiene, pero es posible que aún no entendamos bien de qué hablamos y si nos compensaría, aunque se trate de la unión de un número y una letra, como es el caso del 4K. ¿Qué significa este concepto? ¿Lo necesitamos? ¿Nos compensa la adquisición? Veamos el estado actual de esta tecnología a nivel doméstico.

 

El 4K es la denominación que se ha otorgado a cierto grado de resolución, porque, al abarcar distintas tecnologías y ser un término relativamente nuevo, no existe un único estándar y hay varias resoluciones admitidas bajo este término, como son 4096×2160 y 3840x2160 píxeles. Como podemos ver, la diferencia entre ambas es el componente vertical manteniéndose la horizontal constante, es por esto que 4K se refiere a la resolución horizontal, y la vertical dependerá de la relación de aspecto (proporción ancho-altura) a la que nos queramos referir, si 16:9 (UHDV) para 3840 pixeles o 17:9 (Full 4K) para 4096 pixeles. Bien, hecha la explicación de libro y con numeritos, intentemos ver su aplicación de manera menos abstracta.

SABEMOS QUE QUEREMOS “ESO” PORQUE ES NUEVO Y TODO EL MUNDO LO QUIERE O TIENE, PERO ES POSIBLE QUE AÚN NO ENTENDAMOS BIEN DE QUÉ HABLAMOS

Hasta el momento, los usuarios básicos (los clientes) nos habíamos familiarizado con términos como Full HD (1080p) o HD Ready (1080i) a la hora de comprar, por ejemplo, un televisor, aunque estas denominaciones no se correspondiesen de manera estricta con las etiquetas oficiales europeas, pero al fin y al cabo encuadrándose en lo que sería resolución 2K (diferenciándose con “i” y “p” por cómo son proyectados los fotogramas, progresivamente o entrelazados), es decir, 1920×1080 píxeles. Si ya entendíamos por esto alta definición, y el grado de detalle nos parecía elevado, deducimos pues que esto será mayor (el doble) en el caso de la tecnología 4K. Más resolución, más detalle, pero, ¿es tan sencillo? No, veamos las implicaciones y cómo afectarán éstas a que el 4K se asiente como algo más corriente.

¿QUÉ PASA CON LOS SMARTPHONES?
Empezaron a incorporar la grabación en 4K en 2014 (Samsung Galaxy S5, Sony Xperia Z3, etc.), y la que se esperaba su evolución “lógica” sucedió ese mismo año con los móviles que incorporarían paneles con resoluciones 4K o QHD (como el LG G3, con 2560x1440). Quizás, en esencia, no haya sido la evolución más lógica; quien mucho abarca, poco aprieta, y en hardware también pasa. Las pantallas QHD piden su diezmo en forma de batería y exigencia a la GPU, de modo que es posible que al usuario, en la práctica, no le compense ese gran nivel de detalle que percibirá en mayor o menor medida según caso, además. ¿Es pronto en este caso para el 4K? Posiblemente.
¿Y LOS TELEVISORES?
Dejando a un lado que la resolución no determina la calidad de un televisor, (obviamente es algo que se valora a la hora de adquirirlo y, como los fabricantes lo saben, el 4K se ha convertido en el deseo de quienes planean adquirir un nuevo televisor, sin saber con seguridad si les compensa con respecto a un Full HD en la práctica), los reactivos limitantes de esta resolución van ser tanto el contenido disponible como la manera de visualizarlo. En la actualidad, y aún con el regusto de un (descafeinado) CES 2015, aún no tenemos dispositivos de tipo Apple TV (como Roku, etc.) “4K-ready” de modo que nuestras opciones se limitan a esperar al Dish Network 4K Joey y al resto de streamers 4K viendo el contenido que algunos catálogos de las propias plataformas de las Smart TV ofrecen. Por no hablar de la demanda de ancho de banda que esto supondrá: nuestra conexión se va a ver afectada si le pedimos un streaming de 4 veces más resolución. ¿Será este año el de la era 4K en los televisores? No lo parece, todo está aún demasiado en el aire y dependiendo de la adaptación simultánea de otros elementos, por no hablar de los precios, lejos aún de bajar a la esfera del consumidor medio.
¿Y LAS CÁMARAS 4K?
Aquí nos encontramos con una situación intermedia entre los móviles y los televisores. Por un lado tenemos la evolución de las cámaras: queramos o no, feelings a parte, la batalla de las cámaras (ya sean DSLR, de acción, o de los propios smartphones) se combate con numeritos porque éstos van a determinar, si el resultado final lo permite, finalmente esos feelings, es decir, la calidad del vídeo que saquemos y lo sencillo que resulte hacerlo, y la resolución, junto con el tamaño del sensor y otros aspectos cuantificables, es un factor determinante. Tenemos, en este sentido, ejemplos como la Canon 1D C, la Panasonic Lumix GH4 o la Sony AX100 entre otras, las cuales obtienen grandes resultados en diversas condiciones. Pero nos vemos, de nuevo, con un suculento manjar para el cual no se suele tener plato; sin un monitor o pantalla 4K, de poco nos va a servir esta característica en nuestra costosa cámara, porque, aunque haya opciones que puedan compensar más que otras y con una relación calidad-precio en parte razonable, los precios también flotan en esferas aún demasiado alejadas.

La sensación final que queda tras estudiar un poco la situación actual es más bien de promesa. Esta resolución de moda es, por ahora, un retoño de incubadora en brazos de madres primerizas, y puede que lo prudente y lo sabio sea dejar que el conjunto de factores, así como el mercado, evolucione y entonces tirarnos a la piscina. Nos queda, por tanto, tirar de esa paciencia que los “tecnófagos” solemos entremezclar con el hype, y valorar hasta qué punto disfrutaríamos de esta tecnología si, como en otras ocasiones, nos dejamos llevar por ese diablillo early-adopter que nos susurra al oído que movamos los hilos para necesitar ese espléndido televisor, esa fantástica cámara o ese espectacular smartphone entre cuyas características, siglas y números encontramos la expresión “4K”.