u

no de los momentos más particulares en la introducción de una nueva tecnología, es el rechazo inicial de la mayoría de la sociedad. En la historia de la informática ha ocurrido prácticamente desde sus comienzos: HP descartó que la idea de un "ordenador personal" fuera a cuajar en los consumidores. "¿Por qué razón querría una persona normal un ordenador?", le dijeron sus directivos a un tal Steve Wozniak cuando les enseñó el nuevo proyecto en el que estaba trabajando.

 

Algo similar ocurrió en Xerox cuando un grupo de sus ingenieros les mostraron su último invento: una interfaz gráfica con la que controlar un ordenador. De nuevo, la reacción fue casi de burla: la sola idea de alguien controlando algo llamado "ratón" les pareció un chiste y una pérdida de tiempo. Sin embargo, siempre hay alguien que mira un poco más allá, y consigue sacar una idea adelante. Aunque, para que una tecnología se entrelace con la vida diaria, todavía deben ocurrir ciertas cosas. La primera de ellas, es querer el cambio.

 

Un ejemplo reciente lo tenemos con los móviles. Cuando comenzaron a popularizarse a finales de los 90, poca gente tenía la visión de "un móvil en cada bolsillo" como la tuvimos años después. Ni siquiera hablo de la llegada de los teléfonos inteligentes, sino de aquella famosa frase "¿Para qué quiero yo un teléfono móvil?". Más tarde aquello cambiaría a "¿Para qué quiero yo un smartphone si sólo uso el móvil para llamar y enviar mensajes?".

 

Ahora mismo, está ocurriendo algo similar. De hecho, en la última década hemos visto un par de casos que podrían entrar en la misma consideración. El primero de ellos fue la llegada del iPad. Siempre han existido "tablets", pero el concepto que proponía el iPad de dispositivo ultraligero, con tienda de aplicaciones y pantalla multitáctil iba mucho más allá de lo que se conocía hasta el momento, porque se alejaba del concepto "un ordenador miniaturizado" para ofrecer más bien un smartphone "maximizado".

 

Quizás por eso hubo cierta reticencia inicial - a pesar de su éxito - a cargar con un dispositivo más para hacer "lo mismo". Aquí el gran enfoque fue cambiar la idea de un iPad como "sustituto" y convertirlo en "especialista": llegamos a la era post-PC sin darnos cuenta, y ello no signficaba que los ordenadores estaban muertos, sino que ya no eran el centro de todo. Había otros dispositivos que hacían ciertas tareas mejor, y la gente comenzó a darse cuenta del cambio. En mi opinión, hoy mismo aún estamos en pleno proceso.

 

Los relojes inteligentes. El próximo gran paso en la era de los weareables, conseguir que la tecnología se adentre en un terreno tan personal como lo es vestirnos a diario. Ello conlleva grandes retos, aunque también los mismos miedos y preguntas que al comenzar a explorar algo: "¿Para qué me sirve?". Yo busqué la respuesta a esa pregunta hace casi dos años, cuando compré un Pebble para comprobar por mí mismo si me aportaba algo más.

 

La respuesta me vino dada como una sensación. Creo que es lo que ocurre cuando algo funciona, porque la sensación fue similar a otra que tuve hace algunos años. Cuando olvidaba mi móvil en casa, aunque todavía no fuera un smartphone, y pensaba que me faltaba algo. Aún no estaba metido en mi vida como un dispositivo imprescindible, pero comenzaba a estarlo.

 

Hoy en día el reloj inteligente es algo de lo que puedo prescindir, pero que necesito si quiero hacer ciertas tareas con más comodidad. Indicaciones rápidas, aplicaciones dedicadas, atender ciertos mensajes con prioridad... todo lo podría hacer de otra forma, con otro dispositivo, pero ahora veo que es mucho más cómodo hacerlo desde mi muñeca.

 

No creo que el Apple Watch sea el mejor reloj inteligente del mercado. No me gusta creer en la palabra "mejor" porque implica cierto alejamiento de una idea común entre un mar de gustos subjetivos, pero sí pienso que hay dispositivos que conjugan mejor con una forma de vida. Si el Pebble me funcionó tan bien después de estos dos años, estoy deseando ver lo que logrará el reloj de Apple dentro de un ecosistema tan integrado en mi vida. Y por eso creo, precisamente por eso, que es el comienzo de algo importante.

scroll