juegos de lógica
V

pple siempre es el centro de atención: el modelo de compañía pionera y con ideas innovadoras fragua no sólo seguidores incondicionales, también rivales en la intrépida carrera por alcanzar la madurez tecnológica que el mercado exige sólo a la grandes. En 1997, al poco tiempo de volver Steve Jobs a la compañía, Michael S. Dell, el popular magnate dueño de una de estas empresas a la carrera, fue invitado a una convención de tecnología. En la entrevista, le preguntaron sobre cómo salvaría a Apple de la bancarrota en la que se encontraba, por aquella época.

 

Su respuesta hoy en día es parte de la mitología de este mundillo: "¿Que haría? Cerraría Apple y devolvería el dinero a los accionistas". Afortunadamente para todos, Jobs hizo exactamente lo opuesto: arriesgar hasta límites excéntricos el poco capital (económico y de confianza) de la compañía desechando proyectos a priori pioneros y enfocándose en un nuevo ordenador: el iMac.

 

Como quien guarda una última bala, Jobs esperó exactamente hasta el momento en que las acciones de Apple sobrepasaron a las de Dell, rondando 2006. Entonces, envió un pequeño correo electrónico a todos sus empleados, sin duda muy meditado: "Equipo, parece que Michael Dell no es perfecto prediciendo el futuro. Si nos basamos en el cierre del mercado de hoy, Apple es más valioso que Dell. Estas cosas suben y bajan, y puede ser diferente mañana, pero creo que merece un momento de reflexión hoy". Años después, Dell se ofrecía a Apple para incluir Mac OS X en sus PCs, si algún día la compañía de Cupertino decidía licenciar su software separado de su hardware.

 

El error de Dell no es reprochable: al fin y al cabo, estamos en una lucha entre intereses industriales. Pero sucede mucho más a menudo de lo que pensamos, y no tiene que ser un nombre conocido quien lo diga. Recuerdo que uno de los momentos más críticos para Apple –a nivel de opinión preocupada– fue el cambio de PowerPC a la arquitectura x86 de Intel. Dormir con el enemigo es habitual en Cupertino, pero aquella apuesta parecía poner en evidencia muchos problemas ocultos durante años con una solución terrible, para algunos.

 

El fin del mundo llegaba a Apple. Las opiniones de aquella época fueron terribles, y me recordaron mucho a la que el Sr. Dell pronunció a finales de los 90: Apple debería cerrar o dedicarse a otra cosa. A lo largo de los años, este pensamiento retorna cuando se toma una decisión arriesgada. También cuando se toma una decisión conservadora, porque se estima que no se arriesga lo suficiente. El nivel de equilibrio perfecto es completamente imposible, y eso es básicamente porque es una compañía que no atiende a razones.

 

Históricamente nunca lo ha puesto muy fácil, pero pocas veces ha fallado el tiro: IBM fue el gran enemigo durante la primera etapa de la compañía, y algunos años después Apple firmó alianzas con ella. Intel fue duramente criticada en la guerra por la velocidad del procesador, mostrándola incluso como un caracol frente a la potencia de los flamantes PowerPC en anuncios de televisión. Hoy, gracias a Intel, los Macs son más competitivos consiguiendo productos (como los portátiles ultra-delgados), impensables hace unos años. Todo son decisiones de futuro. Como si formaran parte de un gran plan.

 

Los últimos tres grandes productos de la compañía han estado envueltos en críticas de todo tipo: Blackberry incluso llegó a decir que Apple mentía sobre la duración de la batería del primer iPhone, ya que según ellos era muy difícil conseguir algo así. El iPad tampoco iba a conseguir ser un éxito dentro del gris mundo de las tabletas, y ahora el Apple Watch no es más que un capricho caro.

 

El problema de llevar constantemente puesta la luz de cruce no es que sólo seas capaz de ver a muy corto plazo, también que sólo miras lo que eres capaz de enfocar. A mucha gente, incluidas muchas compañías, les pasa esto. ¿Quién nos iba a decir hace siete años que Nokia iba a acabar denostada y comprada por Microsoft, o que Blackberry ahora mismo esté agonizando?

 

"El fin del mundo" es una curiosa expresión. Muchos la utilizan para anticipar maldiciones que arrasarán con lo que no son capaces de ver, pero no entienden que en esos momentos, el único fin que alcanzan, es el de su mundo que no acaba de ser muy sólido. Para el resto, quizás haya aún esperanza.

scroll