Solemos entender que un trabajo tiene jornada laboral, fines de semana y vacaciones, salvo en contadas ocasiones o gremios, como el personal sanitario, los padres o los autónomos. Pero, sin que nos hayamos dado cuenta, este restringido (e inquieto por castigo) sector se ha ido ampliando un poco más con la instauración de internet en nuestra vida y los trabajos dependientes de ésta. Ya no es una fuente ocasional, es un comensal más en la mesa, sobre todo cuando uno de sus miembros vive de ella, se alimenta de esta red que nunca duerme. Cuando no se trabaja de sol a sol, sino de vídeo a vídeo.

De nuevo, otro ejemplo de la paradoja que supone trabajar en internet. Profesiones que van a suponer estar informado de lo último por castigo, pero con un retraso (o ausencia) total de estandarización o regulación por parte de las administraciones. ¿Qué epígrafe se indica cuando te das de alta como trabajador autónomo y eres youtuber?

 

Ni las leyes están preparadas (en unas naciones menos que otras) ni probablemente la sociedad en su conjunto, si bien habrá un claro componente generacional a la hora de entender youtuber como trabajo, aunque no siempre es cuestión de edad (esto lo trataremos más adelante). El caso es que no hay nada estipulado en cuanto a la jornada del youtuber, dependerá del tipo de vídeo, dedicación y frecuencia; aquí es como en el mercado, has de ir y vender tu género. Cuanto antes llegues y mejor expongas tu género, más miradas captarás. Y ahí está la clave, en las visualizaciones: poniendo una cifra aproximada de un dólar o un euro cada 1.000 visitas, si se expone bien y cuando toca el género, te puede salir bien como a Felix Kjellberg (más conocido PewDiePie) y ganar 7,4 millones de dólares gracias a la publicidad que aparece en los vídeos y a la fidelidad de sus casi 38 millones de seguidores.

 

El que se generen estos beneficios depende en esencia de “la calidad” (o, mejor dicho, acertar con la demanda) y no de la cantidad. Es decir, ¿cuántas horas ocupa la jornada del youtuber? Como pasa con los ingresos generados, hay de todo, y según la implicación que se tenga y la naturaleza de los vídeos, éstos ocuparán más o menos horas. Así, la jornada de un youtuber puede ser de unas 12 horas diarias sin mucha complicación, lo que es trabajo per se, si bien estos trabajos requieren cierta monitorización y también habrá que estar pendiente de una manera más o menos continua de las reacciones. Un trabajo que depende del consumo directo de los habitantes de la red a veces es de descanso ficticio porque tu mente (y en ocasiones, tus ojos) están pendientes de la respuesta a tu contenido, porque eso va a ser tu pan, tu luz o

tu alquiler.

 

Nos encontramos entonces ante un problema antiguo en su versión más moderna: cuando el trabajo supera en atención requerida y recibida a los seres queridos, y la repercusión social que esto tiene, tanto a nivel de círculo de amistades como de relaciones de pareja. No todo el mundo está dispuesto a vivir en segundo plano ni a encajar el estrés que en ocasiones se sufre con estas jornadas intensas. Una relación no es más que una convivencia por equilibrio compensatorio, y aquí hay muchos factores que poner en la balanza.

 

Y, a parte de las horas, está la fama. En la entrevista que Risto realizó a Rubén Doblas, más conocido El Rubius, el youtuber respondía que era complejo tener una relación cuando tu vida es la de un famoso creador de vídeos de esta plataforma, lo cual implica ser reconocido, parado e incluso acosado por la calle (o casos extremos como los que él mismo narra en esta entrevista), y es algo que tampoco todo el mundo está dispuesto a soportar, y menos de

manera continua.

Tú tienes un hijo, un hermano, un amigo o un novio, pero no es el que ves en YouTube o el que conoce la gente, al menos no siempre. YouTube es espectáculo como la televisión, cambia la forma, pero el fondo en este caso es el mismo en cuanto a que el youtuber, como el presentador de moda o la celebridad de turno, puede ser un personaje. Discernir entre personaje y personalidad real tampoco es algo que todos encajemos o aceptemos igual, tanto por el hecho de entender esa actitud dual en nuestro “peculiar” ser querido como a la hora de los reproches que esto puede ocasionar por parte de nuestros allegados.

 

El «Oye, tu novia ha dicho esto en YouTube» mientras te tomas una cerveza con tus amigos o el «No me gusta nada eso que hace tu novio por internet» de tu madre cuando vas el domingo a comer. Habrá quien no dé importancia, quien asuma que esos prejuicios o concepciones se van a dar y que lo importante es que la relación que se tiene es sincera y como se desea, pero a veces esta presión es mayor que la de la fama o cualquier otra. Por desgracia, tampoco es nada nuevo, ha sucedido a lo largo de la historia, con los prejuicios raciales y homófobos entre otros.

El cambio del paradigma social derivado de la invasión de la tecnología e internet es obvio desde hace años y es inevitable reaccionar a la defensiva cuando las acciones tienen repercusión global en cuestión de segundos. Como es lógico que la acogida de este tipo de contenido, muchas veces banal e incluso aparentemente vago, sea más o menos la que se tiene con la “telebasura”: está ahí porque gusta, por ser fenómeno de masas, pero eso no le da calidad y a veces fomenta modas de

cuestionable normalidad.

 

Un día Darwin cayó en que sobreviven los más aptos, quienes por una causa u otra han logrado tener las características que favorecen su subsistencia en el entorno donde se encuentran. Cuando el entorno muta, cuando es variable a una velocidad cada vez mayor, los supervivientes cambian también más rápido y emergen nuevas especies superiores. Vivimos en un presente de una naturaleza mayormente tangible que tontea con la virtual cada vez más, y esto implica que haya nuevos roles y nuevas maneras de subsistir, sobre todo cuando la sociedad no logra salir del lodo que supone una crisis contada con años, en la que hay que aprovechar casi cualquier oportunidad de ingresos que surja. Los youtubers han venido para quedarse, al menos a medio plazo, y los niños ya lo contemplan entre sus posibles futuros laborales junto a bombero o astronauta. Y puede que ya tengamos uno en nuestras vidas o puede que aparezca en un futuro. Parece que los caminos de YouTube

son inescrutables.