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Una presentación que hace unas semanas volvió a mencionarse mucho, y no precisamente por la que ha sido la novena generación del smartphone, los iPhones 6s y 6s Plus, sino por ampliar la familia de dispositivos aún más, siguiendo una divergencia que ha ido abriéndose desde aquella Apple Computers original con Sir Isaac Newton protagonizando un skeumórfico logotipo
Muchas voces hablaron de que Apple está perdiendo sus principios y otras aseveraciones similares, pero ¿es en
realidad así?

El iPad Pro materializaba algo que los más puristas de la marca no concebían por su tamaño y por venir acompañado de un stylus. Algo que ya se percibió con el nacimiento de la serie Plus de los iPhones, acabándose lo de manejar el teléfono con una mano. Muchas voces hablaron entonces de que Apple está perdiendo sus principios y otras aseveraciones similares, pero ¿es en realidad así?.

¡Si Jobs levantase la cabeza!
No hay traición ninguna a los principios de la compañía (sea lo que sea eso) ni traición al Midas tecnológico por antonomasia que la creó

Si Steve regresase de nuevo entre nosotros con su jersey negro y sus tejanos a ver la Apple de Tim Cook (o como personalmente me gusta llamarle, Tim I El Bueno), vería una de las empresas más poderosas del planeta. Vería que ese retoño que concibió en un garaje y que tenía que ser bonito por fuera y por dentro como aquella valla que pintaba con su padre lo sigue siendo, y vería que aunque en la práctica no sea al 100%, en cada presentación Apple “lo vuelve a hacer”.

 

Cuando se sigue la tecnología y se tienen oídos en varias esferas, entre ellas la “blogosfera” y la “twitsfera”, se está por suerte o por desgracia familiarizado con una especie de guerra de trincheras en la que cada bando es un fabricante y se lanzan comentarios cual granadas sin anilla. Dejando los casos más extremos e irracionales (que de hecho hablamos en el reportaje del número 36 de Revista MacToday) a un lado, entre esos proyectiles y con más o menos humor abundaban las alusiones a la keynote que comentábamos y una de los reproches que más se leyó fue el supuesto incumplimiento de la frase de Jobs «Who wants a stylus!?» (¿¡Quién quiere un stylus!?). ¡Apple ha traicionado sus principios, los de Jobs, y ha presentado un stylus!

 

Nada más lejos de la realidad, y como ya algunos usuarios matizaron a los primeros, no hay traición ninguna a los principios de la compañía (sea lo que sea eso) ni traición al Midas tecnológico por antonomasia que la creó. Cierto es que Steve, con su tono carismático a la par que altanero, se rió del uso de uno de estos punteros, pero en relación a su uso en los teléfonos inteligentes del momento. Algo que servía para enfatizar uno de los principales distintivos del iPhone: su fácil manejo gracias a su “gran” pantalla táctil y la ausencia de teclado físico. ¿Qué significa entonces la irrupción del Apple Pencil en el escenario actual de la gama de productos de la empresa? Hablemos de Darwin.

Pinzones para todos

¿Sabes? Charles Darwin fue un incomprendido y un anticipado a su tiempo (o mejor dicho, vivía en una sociedad demasiado retrasada para su momento). Poco le duraron las chiribitas en los ojos tras publicar El origen de las especies cuando las masas creyentes y fieles a Lamark se echaron las manos a la cabeza. Pero Charles traía albricias. Charles le contaba al mundo que había una evolución, una selección de los más aptos, y que en su viaje con el Beagle había visto muchas variedades de pinzones, pinzones para todos los gustos. Charles estaría orgulloso de la Apple actual.

 

Si bien el currículum de la empresa de Cupertino suma algunas manchas además de millones por las ventas de su producto estrella (el iPhone), lo que advertimos los consumidores es cierto cambio en los lanzamientos tanto de software como de hardware. Como decíamos, más divergencia, y esto es en la práctica más variedad. Apple nos dice qué queremos pero nos da más a elegir: una manzana, dos teléfonos, tres tamaños de tablet y cuatro tipos de ordenadores. Y la competencia al escenario.

Microsoft y la “i”
Microsoft gustará más o menos, pero Office, y especialmente Word, han hecho un Danone y su marca ha logrado sustituir al nombre de los productos en sí La “i”, una letra que más que una seña de identidad podría empezar a ser un lastre de antigüedad y que podría constituir una de las claves de la transición que le tocó llevar a Tim I El Bueno

El último evento de Apple fue de los más entretenidos de los de los últimos años pese a ser también uno de los más espoileados de todos los tiempos. Se sabía hasta el aumento de grosor de los iPhones (0,2 milímetros) gracias a las filtraciones y a que Mark Gurman publicó poco antes del evento un post que casi valía para guión del mismo. Pero el hecho de presentar este nuevo producto y de tener invitados relativamente sorprendentes como Microsoft añadieron sal y pimienta al habitual y obligatorio repertorio de cifras de Apple y al momento autofoto de Federighi. ¿Microsoft? ¿Nos hemos vuelto locos? ¡Esto con Jobs no pasaba!

 

En efecto, y hay muchas más cosas que no pasaban. Microsoft gustará más o menos, pero Office, y especialmente Word, han hecho un Danone y su marca ha logrado sustituir al nombre de los productos en sí. En concreto, el procesador de texto de los de Redmond es el programa de cabecera para infinidad de personas por tradición y por extensión, y toda la suite cuenta con su versión tanto para iOS como para OS X (de la cual te hablamos en el número 38 de Revista MacToday). Cuando algo es sinónimo de trabajo, de rutina y de lo de casa, cuando tus presentaciones son como las películas de Disney (para todos los públicos) y cuando lanzas un nuevo producto que es para ti un nuevo horizonte, lo lógico dejarse de derbis añejos y recurrir a aquello de que la unión hace la fuerza, ¿no?

 

¿Y qué pasa con iWork? Con iWork justamente no pasa nada, porque iWork no existe. Existe Pages, Numbers y Keynote y existen para iOS, OS X e iCloud. Pero la denominación de iWork se evaporó para subir al cielo digital desde que en 2013 tuviese su versión en la nube de Apple. La empresa potenció el uso de las aplicaciones de la casa regalándolas en los nuevos dispositivos iOS activados a partir del 1 de septiembre de 2013, tanto iWork como iLife.

 

Cielos, ¡iLife! Otra denominación difuminada en el ecosistema. El paquete que originalmente contenía iPhoto, iMovie, iDVD, GarageBand y iWeb y que pasó a incluirse también de manera gratuita en los dispositivos iOS aunque evidentemente no en su totalidad, sino sólo las apps iPhoto, iMovie

y GarageBand.

 

¿Y qué tienen que ver la aparición de Microsoft en el evento del pasado septiembre con el desvanecimiento de estas dos nomenclaturas? Darwin ve esa relación, y sube al Apple Watch y al Apple Pencil. ¿Sabes lo que probablemente diría el científico inglés? Que están sobreviviendo los más aptos. ¿Y qué rasgo tienen en común? La ausencia de “i”. Una letra que más que una seña de identidad podría empezar a ser un lastre de antigüedad y que podría constituir una de las claves de la transición que le tocó llevar a Tim I El Bueno, de dejar atrás viejos tiempos y de consolidar la nueva era de Apple en un mercado donde la competencia es cada vez más agresiva y hay muchos “~gates” que corregir. Quizás el próximo globo en soltar ese saco sea cierto gadget que espera su décima generación, celebrando así la consolidación de una nueva dimensión en la interacción entre usuario y dispositivo con otro cambio físico “revolucionario”. Chi lo sa.

Lo hacemos tarde porque lo
hacemos mejor, pero lo hacemos
La dupla de Apple con su producto estrella fue la materialización de que esta vez primero había sido la gallina y no el huevo, de que la marca no nos dictaba qué querer sino que se lo dictábamos nosotros

En Cupertino no son muy dados a la transparencia con sus cifras y, pese al bombo y platillo con sus éxitos de ventas u otros índices contados a millones, no sabemos a ciencia cierta cuando hablamos de iPhones vendidos (desde 2014) cuántas ventas corresponden al modelo “normal” y cuántas al Plus. No obstante, dado que mal no les fue y de hecho para esta ocasión esperan romper de nuevo récords de ventas (las del primer fin de semana ya son bastante halagüeñas), se supone es que las 5,5 pulgadas de diagonal han sido bien recibidas por un público que hasta el momento tenía que haber salido del redil para catar tamaños superiores a

las 4 pulgadas.

 

Seis generaciones de iPhones (4 años) para el primer cambio de pantalla (de 3,5 a 4 pulgadas, con el iPhone 5) y tres para el segundo (2 años, con el iPhone 6) que vino con sorpresa. La ventaja del primer iPhone con respecto a la media (0,3 pulgadas por encima de ésta) se perdió en esos largos cuatro años, y cuando se presentó el iPhone 5 la diagonal media ya iba por 4,3 pulgadas. La dupla de Apple con su producto estrella fue la materialización de que esta vez primero había sido la gallina y no el huevo, de que la marca no nos dictaba qué querer sino que se lo dictábamos nosotros.

 

En una entrevista a la PBS posterior a la presentación del iPhone Plus, Cook argumentó para el momento en que se lanzaba el terminal un “más tarde que nunca si la dicha es buena”. Matizó que el phablet (lo es por definición, mientras exista el pseudo-vocablo) había llegado rezagado pero para hacerlo como el mejor en todos los aspectos y no por establecer una competencia directa con nadie, cuando los ojos del entrevistador y de gran parte de la opinión pública tecnológica cuchicheaban sobre un jaque más en el ajedrez histórico de Samsung y Apple. En cada uno de nosotros cabe creernos las respuestas de Tim I El Bueno o no, pero en la práctica al menos su afirmación es un hecho sin discusión dado que en 2014 el tamaño medio de pantalla era prácticamente de 5 pulgadas y que la mayor parte de su competencia (si no toda) tenía su línea exclusiva de phablets o smartphones que ya habían llegado a las 5,5 pulgadas como el LG G3 o el propio Nexus 6 (de 6 pulgadas).

Lo han vuelto a hacer

Lo perenne, lo eterno, es una falacia, aunque hay cosas que nunca cambian. Nosotros mismos podemos cambiar de parecer sobre las cosas, y de hecho es un signo de adaptación y, en muchos casos, de evolución, de inteligencia. Porque el entorno cambia a lo largo del tiempo, se deforma, y permanecer inmutable es a la larga una condena a muerte que llega más o menos tarde según lo preparado que estés y la resaca de lo bien que hayas hecho las cosas en el pasado.

 

Apple lo ha vuelto a hacer. Apple ha vuelto a lograr que los mortales que le dan de comer sigan haciendo colas y tomando esos frutos de precio prohibitivo como algo aspiracional, como un lujo a conseguir, a ganarse. A presentar su manera, su opción, y a hacerlo a lo grande y con los pertinentes cautivadores anzuelos. Nada ha cambiado ahí.

Apple ha vuelto a lograr que los mortales que le dan de comer sigan haciendo colas y tomando esos frutos de precio prohibitivo como algo aspiracional, como un lujo a conseguir, a ganarse

Pero Apple ha vuelto a remendar. A bajar del Olimpo y a atender a una realidad en forma de demanda masiva y de mercado, a llevar las riendas de su producción a través de la misma autopista que todos. Porque nosotros, los clientes, aunque no jugamos bien al juego de la exigencia y perdonamos a los fabricantes retrasos, carencias y precios disparados, somos la selección natural, los irónicos ventrílocuos de toda esta pantomima del mercado de los smartphone premium, de los luxephone.

 

La identidad está en los genes, y el mismo Cook recordó también en la entrevista a la PBS que Jobs está en el ADN de Apple. Unos genes que están en cada generación de productos y que de hecho son el colchón que permiten al fabricante cometer errores y tener plazos eternos para arreglarlos sin perder el trono, sin que se dejen de comprar sus productos. Un material genético que logra cada año el perdón

y la victoria.

 

Unos genes que también lleva el iPhone 6 Plus, el pinzón adaptado, el esperado. La aportación de Apple a una tendencia real por supervivencia, y con una segunda generación que lo constata. Tendencia que, al mismo tiempo, deja a los ejemplares de 4,7 pulgadas como una especie en peligro de extinción.

 

En la tecnología, como en la biosfera, sobrevive el más apto y todos han de evolucionar antes o después y no se trata de una pérdida de esencia (ni de principios), sino de una adaptación y, en este caso, algo que nos beneficia, que atiende (aunque sin exagerar) a nuestras exigencias.  Ahora, como buenos seleccionadores, nos toca elegir. Otra cosa es que lo hagamos bien.