demanda, productos y evolución. ¿Quién lleva el timón?
De aquel uso más bien ocasional de una cámara que no sabíamos muy bien para qué emplear, dado que estaba en la parte trasera de lo que aún era un teléfono, a herramienta de trabajo. La fotografía móvil, un título redundante pero que al mismo tiempo resume a la perfección el concepto, ha pasado a ocupar un lugar en nuestra realidad mucho más allá del ocio. Si bien éste ha sido un factor determinante para su auge, en la actualidad encontramos continuamente ejemplos del alcance profesional de esta categoría de la fotografía y de cómo tanto apps como disciplinas se han ido amoldando unas a otras formando un simbionte en forma de industria reciente. Hablamos de un fenómeno más allá de que apps, cuyo propósito inicial estaba alejado de cualquier aspecto laboral como redes sociales, sirvan de escaparate o trampolín para proyectar un negocio o una marca. Se trata del hecho de que las personas sean en sí marcas y de que con sólo un smartphone logren crear su fuente de ingresos, su trabajo. Moda, cocina, arte y muchísimos campos tienen en el smartphone un recurso de cara, al menos, a iniciar un proyecto.
UNA CIFRA DICE MÁS QUE MIL PALABRAS

Cuando hablamos de fenómeno en fotografía móvil la mente se nos va fácilmente a Instagram o Facebook, redes sociales con mayor antigüedad y éxito y que siempre han tenido el compartir fotografías (y su posterior reacción por parte de los usuarios) entre sus funciones. De hecho, en el caso de la primera esto se trata del fundamento (y de ahí el nombre): instantánea al instante, de nuevo redundante pero nunca mejor definido. En particular, esta red social empezó a resultar exitosa modestamente en sus inicios beneficiada por haber sido de las primeras en plantear algo así, estando sólo disponible para iOS, pero fue tras abrirse a Android cuando acabó de extenderse globalmente.

"Se ha establecido como costumbre compartir una fotografía de momentos como una quedada, un entorno o una comida"

No en vano, la red social lleva aumentando su comunidad de usuarios desde 2013 de una manera notable, pasando de 90 millones de usuarios mensuales activos a 400 millones en dos años, siendo 100 de estos millones correspondientes al último año. Obviamente más móviles darán más usuarios, porque pese a haber cierto estancamiento en este mercado los nuevos usuarios siguen aumentando, pero fenómenos como las autofotos o selfies y el hecho de que se haya establecido como costumbre compartir una fotografía de momentos como una quedada, un entorno o una comida, motivan que haya una especie de boca a boca y el número de usuarios aumente por integración y participación en estos rituales.

YA NO SON CAMPOS PROFESIONALES, SON LATIFUNDIOS

Y ése, de hecho, es el medio de cultivo sobre el que se ha fundamentado esa industria fotográfica como proyección virtual de la que ya existía de manera tradicional. Es casi una evolución de la publicidad por emplazamiento o product placement, que empezó en la televisión casi de manera tímida y ahora es tan habitual como indiscreta. Una mezcla de esta estrategia, de lo artístico y de saber cómo aprovechar el veloz y potente tren de las tendencias.

"Instagram ha pasado de los platos en mesa a la
propia cocina"

El ejemplo lo tenemos, por ejemplo, en la alta cocina. Hablábamos de lo habitual que resulta ya el compartir una foto del manjar que vamos a ingerir a continuación, y de hecho se habla de unos 240 millones de fotografías con las etiquetas #food y #foodporn. Instagram de hecho ha pasado de los platos en mesa a la propia cocina, en la que los chefs están cada vez más pendientes del hecho de que sus obras recorran las redes sociales cazando “me gusta” (o todo lo contrario, porque la cara B es justo la de los malos comentarios). De este fenómeno se hacía eco el portal Insider Pro el pasado junio, en el que los chefs explicaban que una publicación puede representar un buen aumento en las reservas. Profesionales que, además, están al día de las tendencias e incluso aprenden gracias a estas mismas redes.

Otro claro caso es el de la moda, donde redes sociales como Instagram, Facebook o Pinterest son tanto book como fuente de ingresos. De hecho, aquí ya no se habla de modelos sino de insta-models, cuando éstos reciben un pago por cada publicación que realizan por parte de patrocinadores y marcas. Pagos del orden de 300.000 dólares por fotografía como explicaron en The Guardian en el caso de Kendall Jenner, insta-model a la que pertenece la foto con más “Me gusta” de Instagram en cinco años. Modelos que no necesitan pasarela, ni estudios, ni siquiera una cámara profesional: les vale incluso la frontal de sus terminales (que no suele ser de mucha calidad) y, eso sí, saber cómo venderse y moverse por las redes.

CON INSTAGRAM LA GENTE SE HA EMPEZADO A SENTIR FOTÓGRAFA

Aunque esta expansión de la fotografía móvil es algo que todos vivimos o hemos vivido, siempre se ve todo con más profundidad si se es partícipe, y es el caso de Gabriel Samper, nuestro compañero en la sección Objetivo Móvil.

 

Gabriel creó Turisbrand tras cuatro años de curtida experiencia en fotografía móvil e Instagram. De hecho, sitúa un punto de inflexión en su vida desde que descargase en 2010 esta app de la App Store. Un año clave con respecto al fenómeno de Instagram, en el cual Gabriel sitúa dos momentos importantes en su evolución hasta el punto actual: el hecho de que la gente diese importancia a tener un buen móvil con una buena cámara (algo que ya empezaba hacia el año 2001) y, por otro lado, el propio éxito del compartir fotografías (ya más adelante, aproximadamente en 2010).

 

Explica que en su caso personal, desde la creación del proyecto hasta que éste despegase, se tardó un tiempo pero ya se atisbaba el éxito de la plataforma por cómo se enganchaba la gente: «Ahora es fácil, pero en 2010 la app estaba en inglés, no había hashtags, el soporte multicuenta ha llegado recientemente…». No obstante, logró ser uno de los primeros fotógrafos sugeridos en Instagram (su cuenta es @kainxs) y unos años después creaba el Primer Congreso de Fotografía Móvil e Instagram en Europa en Torrevieja, donde reside actualmente.

Según nos explica, el Congreso fue fruto tanto de la popularización de la app, como de la necesidad creciente de aprender dada la “tecnificación” de las apps de fotografía y, cómo no, las ganas de conocer y desvirtualizar a ese sector de amistades provenientes de la red social. De hecho, con los años y el evidente peso que cogió tanto Instagram como la fotografía móvil en todas sus aplicaciones y redes, Gabriel ha organizado e impartido numerosos cursos y charlas con el fin de que aquellos que pretendían sacar un rendimiento extra a la red social

supiesen cómo:

"[En Instagram] Los famosos han visto una manera rápida de comunicarse. De hecho, es muy importante la presencia en la red, como aparecer o no en Google. Es una plataforma gratuita y una oportunidad de negocio"

Entre sus clientes se encuentra gente de muchos ámbitos, tanto los que hemos comentado en relación a la hostelería (afirmando que una buena foto se traduce en reservas y en más presencia en la red) o a la moda como en el caso de personajes famosos o gente del sector turismo. En éste último Gabriel destaca las posibilidades de la red con respecto a otras alternativas que ya han quedado caducas en muchos casos como los blogs de viaje: «Han tenido que pasarse a Instagram; la gente ya

no lee».

 

Nos explica que sabe de casos en los que llegan a vivir de ello (eso sí, de ámbito internacional), pero que pese a las ventajas actuales no resulta nada fácil, y sobre todo hay que tener en cuenta de que estas cuestiones suelen tener fecha de caducidad (como lo que citábamos de los blogs de viaje). A lo que sí ve futuro es a la fotografía móvil, que ha venido para quedarse tras desplazar a las compactas y dejando sólo para profesionales o apasionados la opción de comprar una cámara.

"Con la fotografía móvil ha habido una democratización
de la fotografía"

Un caso interesante el de Gabriel y sus compañeros, que han participado en la extensión tanto de la fotografía móvil como de Instagram por pura pasión, porque la app les gustó en su momento y les sigue gustando. No podía ser toda manera cuando se autodefine como un romántico de la fotografía móvil y de la esencia de esta red social en concreto: el poder capturar una escena en el momento

y compartirla.

EL AMBIGUO CASO DE LA
FOTOGRAFÍA PROFESIONAL

La experiencia de Gabriel nos reafirma que, aunque toda app o servicio nace con un propósito original, al final en la práctica siempre es la masa de usuarios quienes acaban definiendo su utilidad. Y en el caso concreto de Instagram ha pasado algo así con la naturaleza de sus publicaciones. Aquí se mezclan dos usos con dos corrientes cada uno; la fotografía casual y amateur, cuyo instrumento único es el móvil, y la fotografía profesional, que partiendo de la cámara utiliza el smartphone (y sus apps) como medio difusor.

 

¿Cuál es aquí la discusión? En realidad, discusiones, dado que ambos aspectos tienen tanto defensores como detractores. Si se puede hablar de tradición cuando los servicios existen desde hace apenas cinco o seis años, existe un sector de usuarios más tradicional que defiende el Instagram “smartphone-only”, con el pretexto de que recurriendo a una cámara se pierde esa esencia de instantaneidad. Es decir, algo así como hacer trampas o llevarse un mérito (en forma de aluvión de “Me gusta”) no merecido. En el otro lado, aunque no precisamente en contraposición, se encuentra el sector más purista de la fotografía profesional que, dada esta naturaleza más casual de la plataforma, no ve con buenos ojos que los fotógrafos profesionales recurran a ella en vez de a otras más específicas como 500px.

"La red constituye el pilar fundamental de su profesión:
los instagrammers"

En medio queda el público más neutro de ambas comunidades, esto es, los usuarios de Instagram que no atienden al instrumento usado para realizar la fotografía y aquellos fotógrafos que no ven nada malo en usar la plataforma como catálogo o medio de distribución, o que directamente no sólo lo hacen, sino que dicha red constituye el pilar fundamental de su profesión: los instagrammers. Una denominación que se ha ido estableciendo a medida que la app ha pasado a ser mucho más que una red social, consolidándose como un importante canal y algo que, si se sabe manejar como nos explicaba también Gabriel, puede ser clave en el éxito de un negocio. Y les basta, matizamos, con un teléfono móvil (y una buena estrategia, eso sí).

Pero dejando a un lado este debate, está el hecho de que puede que Instagram ya no sea el trampolín que era para la fotografía profesional. Hace unos meses la web Quartz se hacía eco del caso de Chris Ozer, que guarda ciertas semejanzas con el de Gabriel. Descargó la app en su lanzamiento por curiosidad, sin saber muy bien a qué se atenía, y con el tiempo fue adquiriendo fama gracias a ella hasta llegar a trabajar para Mercedes Benz o el New York Times. El fotógrafo cuenta su casual despunte y también explica que esto es cada vez más ocasional. «Definitivamente es mucho más difícil ser descubierto ahora en Instagram que cuando era algo a pequeña escala. Simplemente es distinto y no va a volver a darse», afirmaba.

 

Aunque si bien Instagram puede ya no tener el mismo efecto de lanzadera, lo cierto es que el smartphone sigue siendo un ayuda para los fotógrafos profesionales, con otras apps más allá de las redes sociales como Flickr, 500px o EyeEm y Snapwire, y una pieza esencial en la fotografía actual en todos sus ámbitos. Lo que está claro es que ya sea con un servicio o con otro, aún nos queda fotografía móvil para rato, tanto amateur como profesional, y conforme avanza la tecnología y lo que se logra con sólo unos milímetros de hardware, queda un futuro realmente interesante.