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Los niños hace bastantes años que no nacen con un pan bajo el brazo, sino con un software. Al menos eso es lo que parece dada la gran cantidad de programas y aplicaciones que hay y seguimos viendo nacer cada poco. En este sentido, hay categorías que son más prolíficas y que dan mucho más de sí que otras, como las apps de fotografía o los videojuegos. Pero hay una cuyo crecimiento parece no dar de sí pese a que las ideas giran entorno al mismo fundamento: las redes sociales. ¿Dónde está el techo del software de la amistad a tiro de móvil?

Quienes más y quienes menos habremos visto crecer esta categoría desde sus inicios, cuando unos hábiles estudiantes de Harvard supieron virtualizar una idea que constituiría el germen del fenómeno posterior y del consecuente descomunal crecimiento de sus bolsillos. Un caldo primigenio que aún sustenta las bases de creaciones actuales de relativa aspiración, tímido despegue y efímera moda que con los años han ido hinchando una burbuja de cuestionable existencia, aunque sea como sea los desarrolladores prefieran hacer la vista gorda y continuar por esa senda disfrazada de recurso fácil.

De los seis grados de separación a los mil nexos de unión
Una cronología que aún tiene para rato

Como decíamos, el fenómeno de las redes sociales como lo entendemos actualmente nace cuando Facebook se extiende y traspasa las fronteras del campus donde vio la luz, si bien existen precedentes menos ruidosos como Friendster o AsianAve (1997). Un nacimiento que parte de la creación de un directorio de perfiles de la universidad en un sitio web (Facemash) que en sus primeras cuatro horas de existencia tuvo 450 visitantes y 22.000 visualizaciones de las fotografías.

 

Facebook como tal nace unos años después, en 2004, para abrirse de manera global en 2006. Un inicio que no está exento de problemas y polémicas por el proceder de su creador, Mark Zuckerberg, que ya parte hackeando la red interna de Harvard para copiar el directorio de fotografías de los residentes. De hecho, más adelante fue expulsado tanto por estos accesos como por violaciones de copyright y de la privacidad, lo que curiosamente supone un preludio de los enemigos que actualmente aún combate debido a los métodos de algunas de sus apps y las legislaciones en relación a este aspecto.

 

Pese a todo esto, Facebook crece y se consolida como producto, y qué producto. Algo tan apetitoso que no tarda en llamar la atención de grandes como Microsoft y que en poco tiempo crece internacionalizando tanto el producto en sí como la propia empresa. Para quien también resulta apetitoso es para la competencia, que tampoco retrasa mucho su aparición. Como cabe imaginar, una joven Google que ya emana olor a imperio ve el filón y da un empujón a la red social Orkut, pero ésta no lograría salir de la sombra de escala global que la red de Zuckerberg proyectaba ya y tras un relativo éxito en Brasil e India terminaba su existencia en 2014.

Google no fue ni mucho menos el único que atisbó el fenómeno despertado por Facebook cuya proyección alcanzaría niveles exponenciales con la nitroglicerina que supondría la penetración de los dispositivos móviles, elevando exponencialmente los accesos a la red. La gente vio como sin esfuerzo y de manera gratuita su círculo social podía tener una ampliación planetaria, cargándose las fronteras y casi pudiendo escoger a la carta el perfil de persona con el que poder establecer

una relación.

 

Y esto, la relación social, es un abanico difuso de posibilidades, cosa que no pasó desapercibida para los desarrolladores que desde aquel momento han tenido a bien crear productos para facilitar a los usuarios de todo tipo que éstos puedan iniciar la clase de relación que deseen. Redes sociales por aficiones, por geografía, por afinidad, por azar. Dime de qué presumes y te diré qué red social es la tuya.

La gente vio como sin esfuerzo y de manera gratuita su círculo social podía tener una
ampliación planetaria

Como decíamos, desde que Facebook descubriese al mundo lo lúdico de hacer grande el círculo social sin moverse del sillón. Centenares de lanzamientos cuya esencia experimenta una curiosa evolución cuando las redes sociales hacen las veces de chat, bien porque lo incorporan directamente o bien porque sus usuarios interactúan con una velocidad pareja a la que se daría con un software o una interfaz pura de conversación. Es por ello que con los años y el auge de la mensajería instantánea ligado al brutal aumento de usuarios de smartphone hayan surgido productos que bailan entre red social y app de mensajería instantánea, así como el relativamente reciente brote de las apps de emisión de vídeo en directo como Periscope que facilitan la interacción con los seguidores con comentarios

o reacciones.

 

«El auge de la mensajería instantánea ligado al brutal aumento de usuarios de smartphone han surgido productos que bailan entre red social y app de mensajería instantánea».

 

Así, debido a la relevancia y al alcance, en la práctica casi podemos hablar de una historia antes y después de Facebook aunque éste no sea estrictamente la primera red social. Y en esta era “a. F.” tenemos los precedentes en 1997, siendo SixDegrees.com, Friendster o AsianAve, todas de origen estadounidense, país en el que tuvieron más alcance. Last.fm (que ya incorporó los botones “Amor” y “Prohibir”) y Fotolog nacen en 2002, si bien lo hace siendo “.net” para ser “.com” tres años después.

 

El fenómeno global lo veríamos en 2003, año del descubrimiento de Facebook, en el que nacen también MySpace, Delicious, LinkedIn, Hi5 y Netlog entre otras. La efervescencia de la novedad funciona y MySpace se convierte en una plataforma muy popular en Estados Unidos, y vemos que ya empiezan a nacer redes con un enfoque específico como es el caso de LinkedIn, Xing y Vladeo (ya de 2004), basadas totalmente en el ámbito laboral. Orkut, Digg y Bebo llegan en 2004 y también Flickr, cuyo componente social se vio potenciado al añadir la posibilidad de comentar en sus apps de

dispositivos móviles.

 

En 2005 siguen naciendo redes más o menos específicas como Spaniards, Panoramio (la compra Google en 2007) o Menéame, la cual aprovecha lo social para resultar el trampolín del contenido publicado en la red. Pero lo que se fragua en este año es un negocio de peso que hará historia en la comunicación y en internet: YouTube. Una plataforma de visualización de vídeos responsable de la viralización de muchos de éstos que si bien no es una red social al uso tiene un evidente componente ya sea en cuanto a los likes y dislikes y a los comentarios.

 

De 2006 a 2007 nacen, entre otras, SlideShare, Tuenti, Badoo, Minube, Scribd, Grooveshark y Twitter, llevándose el estandarte del microblogging. Ejemplos de la diversificación que estas plataformas alcanzan tocando campos como el de los encuentros personales, viajes, sectores específicos de público por edades e incluso que el fundamento de la red sea el “socializar” documentos o presentaciones. Un año después, Facebook se lleva la pole position en cuanto a uso de las redes sociales con más de 200 millones de pasando por encima de MySpace. Así, Twitter verá como nace uno de sus rivales más directos, Tumblr.

La App Store de iOS contiene sólo teniendo en cuenta las apps más populares de la categoría redes sociales unas 240
Dime de qué presumes y te diré qué red social
es la tuya

En 2010 nacen Pinterest e Instagram y Google hace un tímido intento de competir con su principal rival con Google Buzz, una red social integrada en Gmail. Pero mientras otras redes sociales crecían de manera destacada en millones de usuarios el experimento no salió bien al gigante de internet y Buzz veía su final un año después, cuando deciden cerrar ésta y reinventarse en este sector con Google+.

 

La lista no acaba aquí, y esto es sólo una migaja de una categoría dentro de las tiendas de apps de los sistemas operativos que constituye un granito de logotipos en el que resulta muy fácil perderse, más aún si tenemos en cuenta las apps puramente de mensajería que suelen incluirse también bajo esta designación. La App Store de iOS contiene sólo teniendo en cuenta las apps más populares de la categoría unas 240, en Android y en la Tienda de Windows Phone la agrupación es más inespecífica bajo la etiqueta “Social” y se alcanzan los 540 y 432 títulos respectivamente. Algunas de creación tan reciente como Peach, cuyo nimio impacto nos sirve como reflejo de lo difícil que resulta destacar y diferenciarse cuando existe tanta variedad de producto. Lo previsible a la hora de plantearse el lanzamiento de una nueva red social por muy temática que sea es que haya ya un precedente y nuestra idea sea un mero espejo o una reinterpretación (o directamente una imitación).

El feedback y lo que nos gusta

Ampliar nuestro círculo social parece el pilar fundamental sobre el que se asientan las redes sociales digitales, y de hecho éstas se basan en la teoría de los seis grados de separación que no es precisamente nueva. El escritor húngaro Frigyes Karinthy la propuso en su cuento Chains, y la hipótesis es que cualquier persona del planeta puede estar conectada a otra por una cadena de conocidos de hasta cinco intermediarios, de modo que entre ellas quedan seis enlaces.

 

No obstante, con el tiempo y el crecimiento de las distintas redes este fundamento ha quedado sepultado en algunos casos por la satisfacción de recibir la aprobación de tus contactos por aquello que publicas, ya sea en forma de “me gusta” o al compartirlo. De hecho, en esto se fundamentan algunas de las redes sociales actuales con más currículum como son Instagram o Pinterest, ambas con una estructura más de catálogo que se diferencian de otras con mayor interacción y relativamente menos contenido gráfico (a proporción) como Twitter o Facebook. Y aquí, cual sol en el amanecer, asoman las teorías y los aspectos psico-sociológicos: ¿queremos nuevos amigos o queremos autocomplacernos? Se ha hablado mucho de la dependencia de los usuarios a los “me gusta” como una manera de rellenar un hueco o tener una satisfacción personal que no obtenemos por otros medios o en nuestra actividad presencial. De hecho son un marcador de popularidad y, en algunos casos, algo aspiracional: llegar a cierto número de “me gusta”, a cierto número de seguidores, a cierto número de interacciones.

 

En este sentido tenemos el “controvertido” cambio de Twitter, que cedió ante la masa de siervos del “me gusta” para cambiar la estrella de sus “Favoritos” por un corazón, premiando a uno de los usos de esta función el cambio de icono por el del habitual corazón y sumándose en esto a lo extendido entre muchas de sus rivales. Una seña de identidad de uso definido a posteriori por los usuarios que vira entre marcador o “leer luego”, “me gusta” o la vertiente más maquiavélica del aviso silencioso, el conservar para recordar en el momento idóneo o dar rienda suelta al comportamiento trol. En resumen, otro tanto que se apunta Facebook, pionero en facilitar a sus usuarios que demuestren lo que más les gusta.

¿Queremos nuevos
amigos o queremos autocomplacernos?
Son un marcador de popularidad y, en algunos casos, algo aspiracional: llegar a cierto número
de “me gusta”
La burbuja de Schrödinger

De este modo el filón de lo social tiene cierto rebrote; los pequeños veredictos en forma de corazón, carita sonriente o dedo pulgar motivan descargas y se crean más movimientos de masas de usuarios que se retroalimentan sin que el creador tenga que añadir nada más al producto. Sigue resultando muy goloso eso de poder ejercer de César con el contenido ajeno, y más aún si se hace en comunidad.

 

La hibridación de esta categoría hace que sea algo difícil hablar de burbuja, bien por entender que ahora ésta tiene dimensiones más grandes o bien por asumir que explotó en el momento que casi todo nuevo producto nace ya condenado con el dedo acusador de ser “una versión de”, “un plagio de” o no aportar nada nuevo. No obstante, los componentes del combustible del cual se alimenta este motor son energías tan renovables como la curiosidad, la comodidad, el morbo y la autocomplacencia. Estos elementos siguen componiendo un fértil suelo para que los desarrolladores sigan arando el código en forma de app social, para que sus usuarios sigan ejerciendo de amigos, compañeros o jueces.

Sigue resultando muy goloso eso de poder ejercer de César con el contenido ajeno, y más aún si se hace en comunidad