Cómo cuidar tu privacidad y la de los tuyos
Si algo hemos de agradecer a la invasión de internet en nuestras vidas es justo eso, que sus tentáculos se hayan entrometido en lo más íntimo de nuestras vidas, porque es lo que ha hecho que muchas personas sepamos el alcance (y las consecuencias) que tiene compartir nuestra información privada. Algo que no sólo es relativo a los datos como pueden ser la dirección física o un número de cuenta, sino lo que desvelamos al publicar una fotografía. Los datos implícitos, no verbales. No obstante, éste sigue siendo un tema tan peliagudo como ignorado. En torno a la seguridad en la red y a salvaguardar la privacidad sigue habiendo una lucha de halos entre el miedo y la pasividad debido a la aleación entre dos polos: la desinformación y la sobreinformación. ¿Sabemos a qué nos exponemos al navegar por la red? ¿Tomamos las precauciones necesarias o nos quedamos cortos? Como todo en esta vida, las pautas a tener en cuenta en cuanto a seguridad en la red tienen su justa medida (según el ámbito y el uso), un punto intermedio entre la experiencia del usuario y la seguridad ante las malas prácticas de los eternos
parásitos virtuales.
Lo público es público
aunque veamos las palabras
“privado” o “seguro”
Hay que tener claro que lo que se envía por la red es susceptible de ser visto sin que se convierta en obsesión

Algo que a veces alarma, cuando en realidad es una idea que ayuda a ser consciente de lo que conlleva la conexión a internet, es tener claro que absolutamente todo lo que se envía por la red es susceptible de ser visto. Tan simple como cierto, hemos de tener en cuenta que lo de “hecha la ley, hecha la trampa” es una ley absoluta per se y que internet, por muchos protocolos de seguridad que haya, no se salva. En las noticias hemos visto sonados casos de intromisiones en redes tan blindadas como las del gobierno estadounidense (donde hay un control mucho más exhaustivo de toda la seguridad en general mucho mayor que en éste y otros países), o sonados casos de filtraciones de datos privados como el caso de Ashley Madison, Sony o las fotos en la nube de personajes famosos, y no serán los únicos ni mucho menos.

 

La clave, no obstante, no es temer por defecto y en desmedida. No es tener un miedo acérrimo a la red y pensarse cada carácter que se introduce por ejemplo en el buscador. Estos casos sonados nos han de valer para ser conscientes de que todo es susceptible de ser sabido igual que toda casa es susceptible de ser robada por muchas alarmas que pongamos, pero no por eso vivimos atrincherados en medio del salón con el móvil en una mano y algún arma improvisada en el otro. Sí que conviene tener unas nociones mínimas en cuanto a contraseñas, sobre todo si tendemos a usar servicios en la red como tiendas, almacenamientos y suscripciones además del habitual correo y las redes sociales.

En este sentido, hay recomendaciones que nunca caducan dado que siempre habrá neófitos en esto de “vivir en la red”. Huir de vocablos típicos como “hola” y secuencias de números como “12345”, algo que en algunos servicios de hecho no se admite si intentamos poner una contraseña de este tipo. Tampoco se recomienda que se usen palabras como nombres de mascotas o cualquier cosa que se pueda relacionar con nosotros sin tener que conocernos de una manera profunda. Lo ideal: bien de cosecha propia o bien tirando de generadores de contraseñas, crear una que alterne números y letras (y símbolos si los admite, así como mayúsculas y minúsculas). Algo similar a las claves WPA que vienen por defecto en nuestros routers wifi, las cuales en ocasiones no solemos recordar, para lo cual existen apps como 1Password.

Redes sociales y mensajería:
se abrió la veda
Los mensajes privados lo son per se, ocultos al público salvo para el destinatario, pero esta privacidad no es inquebrantable ni mucho menos
Las redes sociales y
la mensajería instantánea han constituido un filón para los avispados en cuanto a las malas prácticas en la red porque se mezcló la novedad con la ignorancia

En ocasiones asociamos pictogramas como candados y sobres como algo seguro y privado, pero esto es relativo. Si bien los mensajes privados en redes sociales lo son per se, y permanecen ocultos al público salvo para el destinatario, esta privacidad no es inquebrantable ni mucho menos. Es una información susceptible de filtrarse si, por ejemplo, en una ocasión dada hay un fallo en el servicio o algún bug, o si somos algo descuidados y dejamos sesiones abiertas o cuentas iniciadas en equipos públicos, compartidos o en el nuestro propio (y lo dejamos a la vista de extraños). Ya lo vimos cuando la Electronic Frontier Fundation (EFF) sometió a las principales apps y servicios de mensajería a examen en cuanto a seguridad y las notas no eran precisamente brillantes. Esto no ha de obsesionarnos ni obligarnos a no utilizar tanto estos servicios como la mensajería privada, pero conviene tenerlo en cuenta según qué asuntos se tratan (temas de bancos, datos privados de contrataciones, etc.)

 

Las redes sociales y la mensajería instantánea (entendiéndolo como el fenómeno posterior a los chats “planos”, con intercambio de fotografías, ubicación y otros datos) han constituido un filón para los avispados en cuanto a las malas prácticas en la red porque se mezcló la novedad con la ignorancia. Con ánimo de vitaminar sus servicios y consolidarse como la propuesta favorita entre cada vez tantas redes (ya las vimos en el número 45 de MacToday), estas plataformas han ido añadiendo posibilidades a la hora de compartir nuestros momentos, acompañándolos de información adicional no necesaria como la ubicación (activa, incluyéndola, o pasiva, en fotografías). Hacer uso de ello es exponerse a que otros hagan otro uso nada conveniente, como establecer nuestra pauta y saber cuándo estamos fuera de casa (por no hablar de quien se salta la frontera de lo virtual y la invasión de la privacidad llega a ser física), algo de lo que no siempre se es consciente.

 

Aunque lo de querer estar protegido y exponerse a las redes sociales suene a paradoja, vale la pena seguir algunos consejos para salvaguardarse en la medida de lo posible en estas plataformas (cuidar la exposición siempre ayuda en cierto grado). Éstas son las medidas básicas para hacer un uso más o menos seguro:

- Utilizar un pseudónimo
- No utilizar el correo personal para registrarnos
- Evitar introducir el número de teléfono: esto cada vez se pone más difícil porque muchas apps recurren a la activación por SMS sin alternativas
- Evitar desvelar datos como nuestra dirección, teléfono, etc
- Tener en cuenta el contenido de las fotografías que se comparten
- Algo que no suele hacerse, pero deberíamos: leernos las condiciones de uso. Hace poco fue noticia el hecho de que una app, Nine, que parecía ser sólo una selección de las mejores nueve fotos del año de nuestro Instagram pero en realidad nos alistaba en una app para citas
Vivir con la sospecha mínima,
no con el miedo constante
Igual que al usar una tarjeta de crédito corremos el riesgo de que nos la clonen, y no por ello dejamos de hacerlo, ocurre lo mismo con la red

Como hemos comentado, lo importante es tener en cuenta el mal uso que puede hacerse de nuestra información para saber qué y cómo compartir. Igual que al usar una tarjeta de crédito corremos el riesgo de que nos la clonen y no por ello dejamos de hacerlo, ocurre lo mismo con la red. No sirve de nada vivir con el terror constante de ser hackeado si no se es consciente de la realidad y si se vive en la desinformación, en parte por la probabilidad real de ser el objetivo de algún ataque directo y meditado. Somos víctimas potenciales por ser usuarios de la red, pero tampoco somos una diana constante o tan obvia como lo puede ser una empresa o un gobierno. Es por ello que más que un terror desmedido, hay que ser realistas y precavidos. Así, basta con poner de nuestra parte lo mínimo en cuanto a medidas pasivas y activas, entre las cuales podemos reunir las siguientes:

- En móviles: tener PIN o algún sistema de bloqueo de seguridad
- Según dispositivo y sistema, un antivirus (esto como prevención en general). No está de más pasar de vez en cuando un antimalware para eliminar otros tipos de software maliciosos
- Actualizar el sistema operativo de nuestros dispositivos: normalmente se corrigen fallos a todos los niveles y también de seguridad
- Si se opta por sistemas alternativos (root o jailbreak, de eso hablamos en el número de MacToday), atenerse a las consecuencias de que se trata de software que no pasa por ciertos filtros de seguridad que sí han de superar las apps estándar
- Cuando entremos a la web de un banco o algo que conlleve información personal importante, que sea siempre en una red segura y conocida (mejor 3G que wifi gratuita de origen desconocido, ésas mejor evitarlas), además de cerrar sesión al terminar (no siempre lo hacen automáticamente)
- Las transacciones de dinero sólo en webs que empiecen por “https”
- España vive en la cultura de la descarga gratuita por la red (legal o no). Ésta es una de las principales fuentes de virus entre los cuales puede haber spyware o keyloggers (recogen información y claves). Si recurrimos a ellas, extremar precauciones en cuanto a qué descargamos y de dónde. Y esto lo extendemos a las apps: sobre todo si son de origen externo a la tienda del sistema, asegurarnos de que es una fuente inocua
- Aunque no solemos hacerlo, se recomienda leer las condiciones de uso de apps y servicios, sobre todo si hay datos personales o fotografías de
por medio
- Tener habilitados filtros de correo (antispam, etc.), para evitar también este tipo de software espía (y otros)
- En el correo existe la opción de copia oculta (CCO), que nos puede resultar útil para no mostrar los contactos
- Tener algún sistema de borrado remoto: de este modo podremos eliminar toda nuestra información personal en caso de robo o pérdida de
nuestro teléfono
- Antes hemos dado indicaciones sobre la contraseña. Además de que no sea sencilla, conviene ir renovándola