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unca solemos darle la importancia que merecen a los sistemas operativos. Hasta que llegó la interfaz gráfica a los primeros ordenadores personales, aquel alma etérea que poblaba las máquinas no era más que un reflejo opaco de un tiempo donde todo era más complicado. La interfaz gráfica aportó interacción pero a la vez, separó dos líneas completamente distintas pero intrínsecamente estaban entrelazadas.

 

Sin embargo es un gran tema dentro de la mitología de Apple: el primer sistema operativo System 1 o Macintosh System Software tuvo un estreno mediocre -a nivel de repercusión- en el Apple Lisa. Fue la primera gran máquina de Apple que contaba con un sistema gráfico, pero el alto precio de la máquina lo alejó de los hogares y lo relegó para ciertas tareas menos populares. Sin embargo, con el primer Macintosh en 1984, la cosa cambió: lo que proponía Apple no era conseguir alargar la vida de la idea del interfaz gráfico, sino definir mediante un software un hardware tremendamente innovador para la época.

 

Eso debería ser un sistema operativo: una forma de definición, una manera de subrayar características, con lo que los ordenadores pueden trabajar, y sobre todo mejorar. ¿Mejoramos actualmente con los sistemas operativos y sus actualizaciones? Sí, sin duda, pero no damos los grandes pasos que han ocurrido en otras épocas. Gran parte de la culpa de ello es que los sistemas operativos estaban encerradas en máquinas de escritorio con un hardware similar a lo largo de los años, sólo mejorando la potencia.

 

Y llegaron los dispositivos móviles y con ello, sus sistemas operativos. Aquella primera iteración de lo que sería un Mac OS X para iPhone, llamado en aquel momento iPhone OS se acabó convirtiendo en iOS: algo especializado que -quien lo duda- especificó y marcó la traza del diseño del dispositivo que sería en el futuro el iPhone. Ahora contamos también con watchOS y con tvOS, y con todos ellos, nos preguntamos: ¿cómo se puede evolucionar con todos ellos?

 

Es sin duda mediante el feedback y los usos, pero también con la velocidad de innovación de cada uno de los dispositivos donde están, este grupo heterogéneo con necesidades y usuarios diferentes, que vio nacer a Siri o la geolocalización como parte de una necesidad y ahora se ha convertido en funcionalidad. Los sistemas operativos tienen ahora muchas más variables de entrada y aprendizaje, y el ecosistema Apple es donde tiene todas las de ganar por ello: unos aprenden de otros, no son lo mismo pero comparten su fundación, y en cada actualización, veremos cómo se integra algo que se aprendió en cualquiera de ellos.

 

Se trata casi de crear un ADN, una estructura de aprendizaje y evolución que permita entre todos ellos llegar a algo nuevo: puede ser un nuevo método de interacción -como lo fue la pantalla táctil que acabó en el Force Touch o en el futuro la Realidad Virtual- o puede ser algo más intangible: como Siri en todos los dispositivos como asistente virtual inteligente. Quizás, este sea el Mac OS 11 que desde años venimos esperando, sólo que es algo mucho más complejo, completo… y sorprendente.

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