deporte a base de clicks. Continúa abajo el artículo
on tiempos de palabros y de expresiones recurrentes y vacías. Son tiempos rápidos, fugaces. Nosotros, los que ya extendemos varias veces nuestros dos palmos al contar los años que llevamos pisando este distorsionado mundo, nos vamos consolidando como los minerales más antiguos de un granito social compuesto de millenials, milenarios y hipsters varios. Si en tu etiqueta también figura algo así como ”Crianza del 85”, pertenecerás a una de las generaciones que ha presenciado el espectacular avance tecnológico que ha habido en los últimos 25 años. Demos un paseo por este impresionante cuarto de siglo a nivel tecnológico desde los 90. S
Informática De los casettes a la micro-SD
Hacia 1993 hablamos de discos duros de 80 MB por 180 euros, tarjetas gráficas (VGA) de 1 MB por 120 euros y placas base 486 a 66 MHz por 799 euros
Commodore Amiga
Atari

Hubo una época en que los ordenadores no eran parte del mobiliario habitual de la casa, y aunque fuesen personal computers (PCs) aún no era cuestión de tener uno por persona. Hablamos de los Commodore Amiga, los Amstrad o los Atari, marcas que compusieron en la década de los 80 el caldo primigenio del que posteriormente nacería la dicotomía actual en relación al ordenador (ahora sí) personal. Ordenadores con más pulgadas de ancho que de pantalla con sistemas operativos en dos colores cuyo precio rondaba los 450 dólares, algo menor que el Macintosh y o el IBM PC con un precio de salida de 1.995 y 1.565 dólares respectivamente.

 

Poco a poco los ordenadores permitieron hacer tareas útiles para un mayor público y las interfaces de los sistemas operativos mejoraban funcional y gráficamente. Atrás quedaban órdenes como “GOTO”, “PRINT” y otros comandos del lenguaje BASIC (al menos para el usuario no especializado) con la llegada de MSDOS y, posteriormente, Windows 3.1, en 1992, con el que Microsoft logró llegar a miles de hogares y aulas.

 

¿Y el hardware? Hacia 1993 hablamos de discos duros de 80 MB por 180 euros, tarjetas gráficas (VGA) de 1 MB por 120 euros y placas base 486 a 66 MHz por 799 euros. Un ordenador clónico salía por unas 200.000 pesetas (unos 1.200 euros), a sumar el sistema operativo (MS-DOS rondaba los 60 euros) o la tarjeta de sonido (unos 75 euros por una Sound Blaster). Ni rastro del prefijo “giga” en unidad de almacenamiento, memoria RAM o velocidad del procesador, y por supuesto diskettes, diskettes everywhere. Tendrían que pasar algunos años para la aparición del disco compacto (CD) y la instauración y expansión de los dispositivos por USB, y para que un dispositivo cuya principal función se medía en baudios y que, tras una “canción” que muchos no olvidaremos jamás, nos permitía acceder aquello que se conocía como la red de redes e iba llegando a los hogares con una tarifa por minuto de servicio: internet nos trajo el correo electrónico y las páginas web y empezaron las disputas en casa por ocupar

la línea telefónica.

 

En 1994 nace el navegador Netscape y en 1995 llegaban Amazon y Windows 95. El software cada vez permitía realizar tareas más exigentes de manera más fácil y fluida y nuestras rutinas empezaban a incluir conceptos como el correo electrónico, para más tarde dejarnos invadir aún más por internet y recurrir a ella para el entretenimiento y la socialización, iniciándose la era de los chats con AOL, icq, IRC y el archiconocido MSN Messenger. El mismo año que este software empezaba a colonizar cuentas de Hotmail, nacía Mac OS X, un cambio de paradigma en los sistemas operativos de Apple y el inicio de una serie de felinos empezando por el guepardo (Mac OS X 10.0 Cheetah).

La accesibilidad Y los negocios paralelos
Napster nació en 1999, le siguieron Kazaa, eMule y otros tantos, y mientras el primero empezaba a tener en el 2000 sus primeras batallas legales tanto a nivel doméstico como a nivel lucrativo, el combo CD/DVD-RW+internet fraguaba el negocio de la piratería de contenidos

La tendencia de la tecnología de consumo es que poco a poco se vaya normalizando en cuanto a presencia y precio. Desde los 90 lo hemos visto con ordenadores, cámaras y teléfonos entre otras cosas, y de hecho ha habido cierta fagocitación entre estos dos últimos productos. El establecimiento de los ordenadores como una herramienta para casi todo miembro de casa y su abaratamiento (al menos en cuanto a los clónicos) hizo que nuestras torres estuviesen preparadas para incorporar las unidades ópticas y disfrutar de los CDs (700 MB/80 minutos) tanto en su utilidad como almacenamiento como para entretenimiento audiovisual. Claro que, con la presencia de internet y la expansión de las tarifas planas, esto tenía una cara B a nivel legal y ético.

 

Apple presentaba en 2001 el iPod, la manera perfecta y cool de llevar tu música del ordenador al bolsillo. Una acción que daría a Jobs y a compañía la idea de hacer negocio con la música: iTunes y un dólar por canción. Pero por muy espectacular y llamativa que fuese el dispositivo y su campaña, en el camino que a éste le quedaba por recorrer no había rosas, sino programas que habían anidado en miles de ordenadores constituyendo pequeñas, lentas e interrumpidas fuentes de contenido multimedia no legal. Napster nació en 1999, le siguieron Kazaa, eMule y otros tantos, y mientras el primero empezaba a tener en el 2000 sus primeras batallas legales tanto a nivel doméstico como a nivel lucrativo, el combo CD/DVD-RW+internet fraguaba el negocio de la piratería de contenidos, con una raíz fuerte que en nuestro país aún arrastramos muchas generaciones y que, aún hoy en día, influye a la hora de decidir pagar por los productos virtuales.

Año 2000 El efecto no se vio en los sistemas
Lo que vimos a partir del año 2000 es la llegada de términos que ya no huelen tanto a antiguo. Llegó la línea Pentium de Intel, la Wikipedia, Mozilla y nada más y nada menos que los tablets y la conexión wifi

Recuerdo como si fuese ayer el fin de año del 1999. Como buena adolescente, logré tener mi fiesta pseudo-vigilada con amigas, pero en mi cabeza cabía algo más que música y pósters de revistas: los informativos habían saturado la actualidad del llamado efecto 2000, por el cual había que prevenir cierto caos debido a un error en los aparatos que almacenasen la fecha con dos dígitos, dado que pasara a marcar “00”. Una costumbre de los programadores que, si bien al parecer supuso cierta inversión para corregir el problema, finalmente no se materializó ninguna revolución robot ni nada parecido. Al final, el cambio de milenio confundió a algunos parquímetros y otros fallos puntuales similares.

 

Lo que vimos a partir del año 2000 es la llegada de términos que ya no huelen tanto a antiguo. Llegó la línea Pentium de Intel, la Wikipedia, Mozilla y nada más y nada menos que los tablets y la conexión wifi. Internet seguía expandiéndose aunque seguíamos dependiendo de un ordenador para conectarnos a MySpace (2003) u Orkut (2004), nombres que ahora puede que ni nos suenen pero que formaron esa primera hornada de redes sociales de las cuales sobrevivió Facebook, que ha sido testigo de Twitter (2006), Pinterest (2009) e Instagram (2010), la cual además adquirió. Zuckerberg iba poniendo en la palma de su mano su imperio mientras nosotros íbamos poniendo un ordenador, internet, un teléfono y mucho más en la nuestra.

La era smart Y las fagocitaciones
En los 90 los niños aún nacían con un pan bajo el brazo, no como ahora que nacen con un smartphone

En los 90 los niños aún nacían con un pan bajo el brazo, no como ahora que nacen con un smartphone. La del teléfono ha sido una de las evoluciones más llamativas y anecdóticas de la tecnología de consumo que aún nos da titulares bastante singulares.

 

Cuando nacieron los teléfonos móviles, eran “móviles” porque lo teníamos que creer así because industry. Porque ni más ni menos que 800 gramos pesaba aquel DynaTAC 8000X diseñado por Motorola en 1983 que compartía dimensiones con un ladrillo (sin bromas) pero no precisamente coste, ya que aquel primer teléfono móvil “comercial” tuvo un precio de salida de 3.995 dólares. Quizás te suene lo de “TAC” en el nombre comercial del terminal, ya que el modelo StarTAC (1996) de este mismo fabricante fue uno de los más exitosos, con su diseño en concha (o flip-phone) y su connotación de estatus para sus afortunados poseedores. Dos años después veríamos en nuestros televisores cómo dos jóvenes intercambiaban la carcasa de su móvil usando el tendedero que unía sus ventanas, spot que no era otra cosa que el efecto de la expansión de Nokia y

su férreo 5110.

 

Junto a Sony (posteriormente Sony-Ericsson) eran los tres principales fabricantes de teléfonos móviles, los cuales poco a poco evolucionaban para incluir pantallas más grandes, con mayor definición y a color, la internalización de la antena y la incorporación de cámara, así como la navegación WAP. De hecho, la era smartphone empezó mucho antes de lo que se suele pensar, en 1997 con el Ericsson GS88 “Penelope" o incluso antes, con el IBM Simon Personal Communicator. No obstante, no sería hasta años después que en parte gracias al iPhone (2007) el concepto se popularizó y se estandarizó, siendo teléfonos que hacían (casi) las veces de ordenador con una pantalla táctil y, al menos con la tendencia evolutiva de prescindir de teclado físico (si bien los primeros smartphones, y no sólo BlackBerry,

lo tuvieron).

 

Entonces no fue el vídeo; fue el móvil el que mató a los formatos previos, o al menos los dejó aturdidos. El tren smart pasó y quienes se subieron lograron repartirse el pastel del mercado de terminales, y entre el pasaje costaba encontrar esos nombres de los que hemos hablado. Samsung, Apple, Sony, HTC y otros empezaron a poblar nuestros bolsillos y palmas de la mano, quitándoles el lugar no sólo a aquellos teléfonos de politonos y juegos de serpientes, sino también a cámaras compactas y bautizando eternamente a los primeros como dumbphones.

El papel Ese viejo amigo
La patente del primer libro electrónico tiene estrictamente ni más ni menos que origen español (si no te suena Ángela Ruiz Robles, tienes una bonita búsqueda ahí)
Dycam Model 1

Algunos crecimos, nos divertimos y nos educamos en un entorno repleto de celulosa y celuloide. Los libros eran papel, los cuadernos eran papel y las fotos eran varios papeles.

 

Algunos crecimos, también, con ruidos. Un ruido por cada instantánea, un ruido al acabar el cassette o el vídeo (VHS si en tu casa fueron listos, Beta-Max si fueron alternativos), el sonido (que no ruido, soy incapaz) de pasar la página del libro.

 

Los ruidos y los papeles se empezaron a acabar en los 90, empezando por esa primera cámara completamente digital en 1991, la Dycam Model 1. Cinco años más tarde llegarían las de vídeo, y con la ayuda de internet y los nuevos formatos los mp3 y los epub empezarían a llegar a nuestras vidas desde que en 1998 se presentase el primer reproductor mp3 de la historia (el MPMan F10 de Saehan Information Systems, por 250 dólares) , más o menos cuando empezaron a existir los lectores electrónicos.

 

No obstante, la patente del primer libro electrónico tiene estrictamente ni más ni menos que origen español (si no te suena Ángela Ruiz Robles, tienes una bonita búsqueda ahí). Los árboles han podido respirar algo más tras esta conversión de analógico a digital, así como nuestras mochilas, bolsos y manos, gracias también al boom de los portátiles (hacía 1995, en parte por el empuje de Windows 95) y de los tablets (hacia 2010, con el de Apple). En 25 años, hasta la lista de la compra es digital.

La realización de lo virtual Y la virtualización de la cercanía
Si Guttemberg levantara la cabeza probablemente le diese un infarto viendo la evolución que su primigenio y enorme invento ha sufrido hasta los días de hoy

Si Guttemberg levantara la cabeza probablemente le diese un infarto viendo la evolución que su primigenio y enorme invento ha sufrido hasta los días de hoy. Las impresoras son un esqueje de las imprentas y en este último cuarto de siglo hemos visto como han pasado a ser verdaderas fábricas de objetos con la creación y el perfeccionamiento de la impresora 3D, hasta llegar a crear tejidos funcionales. Si a Guttemberg se le rompiese el corazón, le podríamos imprimir uno.

 

Quienes tampoco aguantarían muy bien el progreso serían aquellos que no fueron demasiado simpáticos con Copérnico, Kepler y otros tantos que osaron describir cómo era nuestro sistema solar heliocéntrico. Hace poco veíamos la diferencia entre las fotos que hasta el momento se tenían de Plutón del telescopio Hubble comparadas con las conseguidas con la sonda New Horizons, la cual enviaba fotos con una barbaridad de detalle. A Virchow y a Mendel, aquel curioso monje que deducía las leyes de la genética jugando con guisantes, les hubiese gustado ver como la microscopía permite ver con nitidez sus descubrimientos. La óptica, como la física, se ha encargado de avanzar hasta desgranar los misterios de lo más grande y lo más insignificante.

25 años de vértigo Y los que quedan

Probablemente nos hayamos dejado en este recordatorio algún aparato cuya evolución haya quedado en vuestras memorias, pero el avance y cambio en general de estos últimos años tiene un resumen bastante amplio (valga la paradoja) y era imposible incluirlo todo. La velocidad del avance tecnológico se ha visto incrementada de manera exponencial por la sinergia de que la evolución de un campo permita la evolución de otro: si logramos cierto material, puede mejorar cierto componente electrónico y, a su vez, el dispositivo que lo monta.

 

Hoy en día, como hemos comentado, ya es todo digital. Podemos delegar en cuanto a memoria tanto a soportes físicos como a almacenamiento en la nube en cuestión de segundos y multiplicar nuestros archivos al instante. Pero si, como nosotros, has sido testigo presencial de esta evolución, si ante tus ojos y por tus manos ha pasado algún walkman, carrete, cinta VHS o has vivido la época de esplendor de aquellos teléfonos fijos con disco marcador, tira de memoria natural, de la de las neuronas, y mantén esas imágenes, tactos y sonidos vivos en tu mente. Puede que hasta hayas sabido lo que genuinamente era un geek.