En 2001 no hubo odisea en el espacio, no al menos en el cosmos, pero sí hubo una revolución aquí en nuestro planeta de la mano del genio de carisma intermitente Steve Jobs. Cuando el concepto de reproductor portátil de mp3 aún quedaba lejano y sólo había unos pocos modelos que por precio y características no llegaron a despuntar, Apple presentó su apuesta, el iPod, ofreciéndonos llevar hasta 1.000 canciones en nuestro bolsillo. Pero en Cupertino las hazañas se cuentan por millones, y éstos no tardaron en llegar, cuando un par de años más tarde la segunda generación del iPod, con 4 veces más capacidad y compatibilidad con Windows, alcanzaba el millón de ventas, y una iTunes Music Store con 200.000 canciones disponibles que haría que esas navidades se sobrepasasen los 25 millones de canciones descargadas.

Los iPod crecerían en ventas y en especie, constituyendo una variada familia que iría copando los distintos sectores de público para que el aspiraciones pasase a ser real de manera progresiva. El colofón vendría con la llegada del iPod Touch y el iPhone, yendo mucho más allá de un simple reproductor de música. Sin embargo, todas las olas tienen su final, y no siempre es una tranquila orilla, a veces chocan contra el casco de una barca. Y en este caso se trataba de una goleta con la bandera de una calavera en el mástil.

El abordaje de las corcheas
La piratería suponía un enemigo más o menos fuerte a abatir pero en este caso la ola iba a chocar contra el acorazado del streaming

Apple vino con su tienda y sus canciones a 1 dólar (posteriormente a 0,99 euros por aquí) cuando muchos módems aprovechaban cada minuto de las primigenias tarifas planas alimentando a unos ordenadores con Napster, Kazaa y similares a pleno rendimiento cual becario recién contratado en una multinacional. Un medio poco halagüeño para que el usuario del “todo gratis” estuviese dispuesto a pasar por caja por aquello que, con paciencia, acabaría en su carpeta “Descargas”.

 

Sin embargo, finalmente no supondría un problema tan grave y aun así Apple sedujo con su propuesta, con su música legal, barata y exenta de virus y demás software malicioso que entraba como Pedro por su casa por esas conexiones tan jugosamente activas y en su mayoría desprotegidas. De hecho, otras propuestas, como Pinbox de Telefónica o MSN Music Club de Microsoft pasaron más bien desapercibidas con respecto a la propuesta de Apple, la cual, aún con su peor enemigo, el P2P, consiguió abrirse hueco a codazos. A codazos porque en 2007 el número de descargas legales frente a las ilegales en España era de 17 millones frente a 1.200.

 

No obstante, iTunes logró encabezar el mercado de las descargas legales en 2008, con su catálogo de más de 8 millones y medio. Unas ventas que subirían gradualmente a medida que se asentase el modelo, porque la cuesta iba a ser inclinada cuando sólo un 6% de los usuarios de internet aseguraba haber pagado por una descarga musical. Claves de ello sería que el cliente asumiese el pago del contenido digital y que a su vez las compañías no viesen en el un enemigo con un parche en el ojo, sino un aliado para asentar un mercado que, pese a existir desde años atrás, aún no se concebía (ni se concibe) en todos los países por igual. Pero, ¿era éste el único frente a combatir? Para nada.

Gratis y legal: What else?
Spotify fue el pionero en proponer una autovía musical gratuita, con condiciones, eso sí

¿Y si el principal rival fuese legal? La piratería suponía un enemigo más o menos fuerte a abatir según regiones, pero en este caso la ola iba a chocar contra el acorazado del streaming. La lentitud en tecnología se paga cara, y la industria de la música no sólo lo pagaría por el hecho de que costase concebir el pago por canciones más que por otros servicios “no táctiles”. Los formatos tradicionales físicos (CD, DVD, etc.) fueron un caramelo en comparación a lo que ahora venía, y Spotify fue el pionero en proponer una autovía musical gratuita, con condiciones, eso sí. Pero tener que encontrarse con algún anuncio de vez en cuando era un precio nimio en comparación a que tuviésemos a disposición un amplio catálogo en crecimiento a cualquier

hora del día.

 

Como ocurre con todo, hecho el boom hecha la competencia, y con el tiempo Spotify tuvo que lidiar con otros servicios parecidos de la mano incluso del omnipresente Google, si bien es cierto que los primeros siempre tendrán la ventaja del recuerdo y, con suerte, la de la costumbre. Y así pasó en este caso, cuando Spotify se mantiene aún en primer lugar en cuanto a servicios de música en streaming, con una potenciada parte social con listas y amigos, y la incorporación reciente de nuevos servicios como que sea tu propio ritmo al correr el que predetermine

las sugerencias.

Si no puedes con el enemigo, más vale tarde que nunca
Apple ha presentado oficialmente Apple Music, su servicio de música en streaming que no resulta innovador, sino necesario más bien

En Cupertino las cosas llegan a su hora y a su manera. No ha sido hasta este año cuando Apple, tras algún “tonteo” como iTunes Radio, ha presentado oficialmente Apple Music, su servicio de música en streaming que no resulta innovador, sino necesario más bien.

 

Así como el musicófago encontró en su momento una mejor opción en comprar las canciones que quisiese por 1 euro y disfrutarlas cuando y donde quisiese con su dispositivo Apple ante la compra de un CD físico de 20 euros, el mismo encontraría una jugosa opción con Spotify o similares al disfrutar de un amplio catálogo en su ordenador o teléfono (fuese cual fuese) compensándole infinitamente más el precio por canción si se decantaba por la suscripción de pago. Y Apple lo ha vuelto a hacer: ha vuelto a llegar tarde. Pero eso no significa que esté todo el pescado vendido, y en Cupertino, aunque a veces parece olvidársele, saben lo que queremos.

 

Saben, por ejemplo, que no somos animales fieles y que, aunque tienen sus incondicionales, España, por ejemplo, sigue siendo un feudo de Android, y de hecho hay una sub-especie de usuarios enfermizos que salta de una plataforma en otra. Con ánimo de afianzar a estos esquiroles diana, la app estará disponible también para PC y Android, aunque en este sentido se enfrenta a una competencia que llega a estar en Windows Phone, BlackBerry e incluso Smart TV, como Deezer.

 

Saben que si es gratis lo queremos. Y por eso los tres primeros meses de la suscripción a su servicio sea gratuita, para que nos dé tiempo a probar. Algo que por su parte también ofrecen (a veces puntualmente) otros competidores, pero lo que ha captado especial interés no es este periodo gratuito de tiempo, sino el económico pack familiar por el cual disfrutarán hasta 6 personas de la suscripción por un total de 14,99 dólares al mes.

 

Saben que nuestra música es nuestro tesoro al más puro estilo Gollum, y que algunos llevan años acumulando oro sonoro en sus cuentas de iTunes. Por eso Apple Music permitirá integrar toda la música que hayamos comprado en iTunes. Una cifra que en total no es nada despreciable, cuando en 2010 se superaron los diez mil millones de canciones descargadas mediante esta plataforma, y eso son muchos usuarios y muchos hogares a los que probablemente les tire las novedades que Apple lance a este respecto, por mucho que la interfaz del gestor de archivos por obligación no sea de las favoritas, y que en parte va a heredar la nueva plataforma.

Tradición versus costumbre

Apple, por tanto, no lo tiene fácil. Su baza es su nombre, su emblema, que para gran multitud de clientes es aún sinónimo de calidad, de apuesta segura, y “de lo de casa”. Quizás esto sea lo que mueva a los hasta el momento reticentes a confiar en un servicio de pago por la música a animarse con una suscripción, en parte gracias a la prueba que ofrece el servicio, así como al tratarse de una compañía que cuenta con el favor de no pocos artistas, algo que no ocurre con Spotify (como el caso de Taylor Swift, que retiró puntualmente su catálogo del servicio).

 

La propuesta de la compañía puede no ser la más completa, pero no se queda corta y juega con esta ventaja de ser viejo conocido, algo que otras como Deezer o MixRadio no tienen o no llega a ser suficiente, pese a ofrecer buenos servicios en cuanto a calidad y precio. Es tan viejo conocido que sabe cuáles son nuestros gustos y eso también puede sacarnos alguna sonrisa al usar este servicio, si bien Spotify no se queda quieto en este sentido y ha ido mejorando el algoritmo de sus sugerencias. Como clientes nos queda esperar quién nos ofrece el mejor dulce melódico, y buena señal es que cada vez nos lo pongan más difícil.